18/6/15

El ayudante, de Robert Walser

"Qué viejo había sido ya de joven! ¡Cómo la conciencia de no tener un hogar en ningún sitio había logrado paralizarlo y asfixiarlo interiormente! ¡Qué hermoso era pertenecer a alguien en el odio o en la impaciencia, en el amor o en la melancolía! Un triste entusiasmo se apoderaba de Joseph siempre que desde alguna ventana abierta sentía que el mágico calor de un hogar se reflejaba en él, el solitario, el errante, el apátrida, de pie en medio de la calle fría."
El ayudante


Dijo Walter Benjamin (según Coetzee en The Genius of Robert Walser) que “La gente de Walser son como personajes de cuentos de hadas cuando éstos llegan a su fin, personajes que ahora tienen que vivir en el mundo real. Hay algo de lacerante, inhumano, e infaliblemente superficial acerca de ellos, como si al haber sido rescatados de la locura (o de un hechizo), deben andar con cuidado por temor a caer en ella”.
Y más adelante apunta Coetzee: “Walser no era abiertamente un escritor político. Sin embargo, su compromiso emocional con la clase de la que él venía, la clase de los comerciantes, empleados y maestros, era profundo. Berlín le ofreció una clara oportunidad para escapar de sus orígenes sociales, tal como lo hizo su hermano. Pero él rechazó esa oferta, escogiendo en su lugar regresar a los brazos de la Suiza provincial. Aún así, nunca perdió de vista, nunca se permitió perder de vista, las tendencias liberales conformistas de su clase, la intolerancia de gente como él mismo, soñadores y vagabundos

Robert Walser, entre 1907 y 1909 publicó sus tres novelas más importantes: Los hermanos Tanner (1907), El ayudante (1908) y Jacob von Gutten (1909). Se podría decir que tratan un tema común, el trabajo, pero lo que realmente desarrolla Walser en ellas, de forma progresiva desde la inconsciencia de Tanner, hasta el absurdo melancólico de Jacob von Gutten, es una teoría de la servidumbre, vista, eso sí, como apunta Coetzee, desde alguien con “las tendencias liberales conformistas de su clase”.

“Jamás he respetado el dinero, mi estimada señora. Más bien podría ocurrírseme -e incluso agradarme si la ocasión se presentara- la idea de considerar valioso el dinero de otras personas. Parece que tiene usted la intención de tomarme a su servicio: pues bien, en ese caso respetaría rigurosamente sus intereses, por supuesto, ya que no tendría más intereses que los suyos, que serían también mío. ¡Mis propios intereses! ¡Cuando en la vida habría yo llegado a tener intereses serios y propios! (…) quien no tiene objetivos propios vive en función de los objetivos intereses e intenciones de otros”
Los hermanos Tanner

Es usted una extraña mezcla de audacia y cobardía, Joseph. No le da miedo subirse a una cornisa angosta o nadar en el lago en pleno otoño. También puede ofender a una dama sin inmutarse. Pero cuando se trata de excusar un inocente pecadillo ante su amo y señor, lo invade el pánico. Una se ve obligada a pensar que o bien siente usted un gran aprecio por su jefe, o bien lo odia en secreto
El ayudante

Nos inculcan que adaptarse a unos cuantos valores firmes y seguros tiene un efecto benéfico, es decir, acostumbrarse y amoldarse a las leyes y mandamientos impuestos por una estricta autoridad exterior. Tal vez quieran estupidizarnos; en cualquier caso pretenden apocarnos. Los alumnos sabemos todos, sin excepción, que la timidez es condenable. El que tartamudea y exterioriza su miedo se expone al desprecio de nuestra señorita, pero debemos ser apocados y saberlo, tener plena certeza de que no somos nada grande. La ley que ordena, la coacción que obliga y las numerosas e inexorables reglas que nos prescriben la orientación y el gusto: eso es lo grande y no nosotros, los alumnos”.
Jacob von Gutten

Desde el momento en que el joven Tanner entra en una librería a solicitar empleo, hasta que Jacob von Gutten abandona el Instituto Benjamenta, las tres novelas de Walser se convierten en una enorme reflexión sobre el conflicto entre la individualidad y la servidumbre. Pero en ningún caso se trata de una reflexión revolucionaria dispuesta a socavar el orden social. Los personajes de Walser, quizás como el propio autor, se obstinan en situarse en una posición que no les “corresponde” por nacimiento y educación. Se contratan como empleados de personas a las que, en otras condiciones y no con las voluntarias decisiones que han tomado los protagonistas, podrían tratar como iguales, creándose así una especie de conflicto social en la narración en la que la visión de esos personajes está empañada por la propia dicotomía de su situación. Tanner, Marti y Von Gutten se obligan a adoptar un rol que a ellos mismos les resulta, empleando una terminología que debe contextualizarse en la sociedad de principios del siglo XX, “antinatural”. Más que obligarse, se empeñan tercamente en ser aquello que íntimamente no creen ser. Y ahí radica la fantástica naturaleza que emanan estas novelas de Walser, una especie de ironía melancólica (o melancolía irónica) que trata de describir al ser humano debatiéndose entre la servidumbre y su propia libertad. Y la libertad, para los personajes de Walser (¿para el propio Walser?), suponen poder desplazarse de ciudad en ciudad, o bañarse en otoño en un lago suizo, o trepar a una cornisa, o subir a una montaña , o, básicamente, en pasear. Pasear, pasear, pasear. Acto que da título a uno de sus más famosos relatos. Acto que sabemos fue lo último que hizo en su vida.
¿Era Walser una persona antisocial? Su internamiento voluntario en la clínica psiquiátrica de Waldau no obedece a motivos claros. Es algo que podríamos esperar de los personajes de Walser, eso sí, incapacitados de alguna manera a aceptar el orden social establecido sin cuestionarlo, sin juzgarlo y sin condenarlo, y a pesar de eso, tolerándolo y asumiendo sus funciones dentro de él. Los personajes de Walser precisan educación para poder someterse a sus trabajos serviles, o eso parece desprenderse de la última (y la más genial) de sus tres novelas. El propio Walser, quizás, anhelaba un Instituto Benjamenta donde le enseñasen a afrontar las obligaciones contractuales que la sociedad nos exige. Creo que la respuesta a la pregunta es no, Walser no era una persona antisocial. Era demasiado autoconsciente de las exigencias del trabajo, tenía completamente arraigada en su interior la “pertenencia de clase”, sabía que su aversión al trabajo lo convertía en todo aquello que su “clase” despreciaba o no toleraba, como dice Coetzee, “soñadores y vagabundos”. Y de esa contradicción nacen sus textos.
El comerciante Robert Walser nunca nos hubiese legado estas magníficas novelas.

“Lo que procura el auténtico bienestar es siempre de aspecto modesto, mientras que lo (…) tiránico contiene en sí muchas cosas agradables y cordiales que nos salen al encuentro desde las alcobas de una torre y otros sitios parecidos, seduciéndonos con infinidad de promesas. El hecho de estar atado, encadenado a un sitio es a veces más cálido y rico en secretas ternuras que la libertad sin frionteras, que deja abiertas puertas y ventanas al mundo entero y en cuyas estancias luminosas el hombre es muy pronto atacado por un frío glaciar o un calor opresivo. Aunque la libertad a que Joseph se refería era, Dios santo, la cosa más bella y conveniente del mundo, y contenía una magia inmortal”.
El ayudante


Los textos de Los hermanos Tanner, El ayudante y Jacob von Gutten, de las traducciones de Juan José del Solar para Ediciones Siruela.

1 comentario:

Molina de Tirso dijo...

Me pregunto cual de las dos es más literaria, su obra o su vida. Y más cosas, si hubiese llevado una vida convencional y, milagrosamente, hubiese sido capaz de escribir lo mismo ¿ejercería tanta fascinación entre nosotros? Desde luego, ambas están muy relacionadas y, probablemente, su misterio (tanto de obra como de vida) es lo que más nos atrae. Leía Jacob von Gutten y no podía dejar de hacerme preguntas. Las mismas que podemos hacernos al conocer su biografía, la misma incomodidad y desazón.