22/1/15

La infancia de Jesús, de J. M. Coetzee.

Antes de leer esta reseña INTENTAD NO PENSAR EN UN OSO POLAR.

Bien. En esta reseña no va a aparecer ningún oso polar. Es una idea vírica que se atribuye, como muchas otras frases, indistintamente a Dostoievski y a Tolstoi (a una de las muchas conversaciones que Tolstoi y su hermano, también Tolstoi, mantuvieron a lo largo de su vida en las que tantas cosas se dijeron para la posterioridad)
En esta reseña tampoco aparecerá El Juego. Ya sabéis, ese juego que acabáis de perder sí estáis leyendo esto. “Cuando uno piensa en El Juego, pierde”, es una de las reglas. Obviamente, perdí.
Pierdes si piensas en un oso blanco.
Pierdes si piensas en Jesús.
En la Patrulla de salvación (ese blog que nadie lee) recopilaron una serie de reseñas negativas de la novela de Coetzee (Lo últimode Coetzee es una cagada) en la que muestran a la Inteligentsia de este país obsesionada y condicionada con la idea del oso polar.

La infancia de Jesús de Coetzee tiene dos partes bien diferenciadas: La novela y el título. El título es una idea vírica implantada en la mente del lector que condiciona la lectura alegórica de la novela. Lo que hay que hacer es intentar no pensar en el oso blanco. Lo que hay que hacer es no pensar en el título. Y eso, ya lo sabemos, es imposible. Luego, hemos perdido.
Coetzee nos propone un viaje a una sociedad extraña. En todas esas reseñas que mencionan en la Patrulla, se desmenuza, a falta de otra idea, el argumento de la novela. Intentaré no redundar en ello. Sólo decir que se trata de una sociedad simple, incluso ingenua, en las que las necesidades básicas están garantizadas por el Estado, en la que se habla español, pero en la que la cuestión de si el loco está cuerdo y los locos son los cuerdos es considerada una cuestión de filosofía colegial. Lo que los críticos de la novela parecen aborrecer es que no hay grandes ideas en la novela de Coetzee, que sus personajes son simplistas, irritantemente básicos, que sus parlamentos son incongruentes, contradictorios y sin fundamento intelectual. Bienvenidos al mundo real, habría que decirles. Coetzee, desde luego, ya lo ha demostrado, no va a ponernos las cosas fáciles, no va a decirnos cómo debemos leer la novela, no va a decirnos cómo debemos interpretarla. Si los diálogos y los hechos resultan irritantes y contradictorios lo que debemos preguntarnos es por qué Coetzee nos los muestra así, cuál es su objetivo. Y por qué la obsesiva presencia del oso polar… quiero decir, la obsesiva posibilidad que se nos brinda cada poco de interpretar la novela en un contexto “bíblico” que, finalmente, resulta erróneo.

Y ahora pienso en el oso polar.

O no resulta erróneo, porque esa es otra cuestión: se puede interpretar la novela alegóricamente como una vida de Jesús, pero una especie de Jesús fallido, que quizás se acerque más a la verdadera vida de Jesús, no al Jesucristo mítico que se conoce a través de los evangelios, sino a la persona real y sus hechos, que fueron la base para el relato (exagerado, como todo relato) de la vida de Jesús que recoge la Biblia.
Y es que aunque nos empeñemos en no pensar en el oso polar que aparece en el título, la misma novela da pie a una interpretación bíblica. O, posiblemente, nos muestre una posible realidad que reinterpretada da origen a un mito. Lo que propone Coetzee, si pensamos en el oso polar, es cómo funciona la creación del pensamiento mítico partiendo de situaciones y hechos banales, que pueden a su vez ser interpretados en su misma prosaicidad o, mediante argumentos psicológicos, en nuestro caso reducidos a un caso de educación contraria a las normas establecidas. Un cuerdo entre locos. O al contrario. Ya sabemos que eso es filosofía de colegial.
La clave de esa interpretación es el Quijote que aparece en la novela, que tiene las siguientes características: a) es un texto abreviado para niños; b) su autor es un tal Benengelí, que aparece retratado con su característico turbante; c) el niño, David-Jesús-Oso Polar, aunque puede leer el texto, con limitaciones en el significado de algunas palabras, interpreta el libro a través de las ilustraciones que contiene; d) el niño no distingue entre realidad y ficción.

Y esto, señoras y señores, es sencillamente fantástico.




P.S.: La coda consecuente al oso polar sería buscar el referente de la novela.

9 Quien tiene oídos para oír, oiga. 10 Entonces, llegándose los discípulos, le dijeron: ¿Por qué les hablas por parábolas? 11 Y él respondiendo, les dijo: Por que á vosotros es concedido saber los misterios del reino de los cielos; mas á ellos no es concedido. 12 Porque á cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. 13 Por eso les hablo por parábolas; porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden. 14 De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice: De oído oiréis, y no entenderéis; Y viendo veréis, y no miraréis. 15 Porque el corazón de este pueblo está engrosado, Y de los oídos oyen pesadamente, Y de sus ojos guiñan: Para que no vean de los ojos, Y oigan de los oídos, Y del corazón entiendan, Y se conviertan, Y yo los sane. 16 Mas bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen. 17 Porque de cierto os digo, que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis, y no lo vieron: y oír lo que oís, y no lo oyeron.
Mateo 13:9-17: La Biblia Reina-Valera.

En fin, mitos sin fundamento.

No pensemos en el oso polar.

2 comentarios:

Independiente Trashumante dijo...

Por fin puedo leer un artículo (el tuyo) que está a la altura de lo que ofrece la última novela de Coetzee.
Esa altura no es mucha ni poca, es alternativa, y eso es algo que el gran pagado de sí mismo Muñoz Molina, no quiere ni puede enfrentar.

Gracias y saludos.

Anónimo dijo...

Mmmm, me encanta Coetzee, le tengo que echar muela a esta novela, más temprano que tarde. Gracias.