Nabokov ha concebido la obsesión de Kinbote y la situación ficticia que lo rodea de modo tal que el anotador representa de forma cómicamente literal todas las eternas perversiones de la mente crítica: el deseo del crítico por apropiarse del texto, de insinuarse a sí mismo en él, de hacerle decir lo que a él le gustaría que dijese, de entrometerse bruscamente entre el texto y el lector; su error: sentir que de algun modo es responsable de lo mejor que tiene la obra, o creer que ésta podría haber sido aún mejor si se hubiesen seguido sus prescipciones; su deseo de espiar al artista en el momento de la creación y de husmear en su vida privada, como si eso fuese a explicar la obra; su sensación de que es la única persona en estrecha armonía con la mente del genio; su desesperado deseo de alcanzar la inmortalidad adscribiéndose a una obra inmortal.
Brian Boyd; Vladimir Nabokov, Los años americanos.
Traducción de Daniel Najmías para Anagrama.
El análisis que Brian Boyd realiza de Pálido fuego, la
novela de Nabokov, acabando enlazándola con uno de los sucesos más trágicos de
la vida del escritor ruso es sencillamente magistral.
Y todo eso jugando con el riesgo que corre Boyd de
convertirse en Kinbote.
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