27/3/12

Gótico carpintero, de William Gaddis

Gótico carpintero es un estilo arquitectónico propio de los Estados Unidos al amparo del resurgir gótico conocido como Neo-Gótico o Gótico Victoriano, con la peculiaridad de que es el trabajo en madera el que lo caracteriza. Son construcciones ostentosas y recargadas realizadas con un material tan frágil como la madera.
“Una casa antigua muy interesante, ¿sabes lo que es esto? (…) es un ejemplo clásico de gótico carpintero del río Hudson (…) todo diseñado a partir del exterior, esa torre de ahí, los picos del tejado, primero lo dibujaban y luego se las apañaban para que cupieran las habitaciones”
Digresión: ¿Por qué construyen casas de madera en Estados Unidos? Las verdaderas causas, leo por ahí, son la abundancia de material (sic) y el gravamen en forma de tasas impositivas y precio de las primas de seguros a las construcciones de hormigón y ladrillo. Prosaico. Pensaba que las verdaderas razones obedecían a cuestiones económicas que acaban constituyendo un dogma, recurriendo a Harris y su tesis sobre la prohibición semítica de comer cerdo ya que su cría es una actividad ruinosa. Es decir, imaginaba que la verdadera causa de que las construcciones estadounidenses fueran mayoritariamente de madera obedecía a la economía de la reconstrucción, sobre todo en aquellas zonas sometidas a extremas inclemencias meteorológicas. Creía que, como en Japón, zona sísmica, resultaba más económico y más seguro frente a tornados y huracanes construir y reconstruir en madera. Quizás la rebaja fiscal a las construcciones en madera tenga origen en estas condiciones… no sé, es una digresión que no lleva a ninguna parte.

O sí, porque la madera es frágil, se pudre, se deforma, se agrieta, es pasto de termitas y sobre todo, sobre todo, la madera arde.
Una construcción de estilo gótico carpintero es una falacia ostentosa, una ficción pretenciosa que imita la arquitectura europea, pero como un remedo desmontable y quebradizo, una edificación inestable que se empieza por el tejado (dibujando sus picos y luego apilando las habitaciones) y cuya virtud estética es apreciable desde el exterior.

Pero William Gaddis sitúa a sus personajes en el interior de una de estas edificaciones. Voltea como un guante la aparatosa edificación y nos coloca, como espectadores de una obra de teatro, en su interior, un escenario en el que los personajes sobre todo hablan. Pero un escenario sórdido, en el que la suciedad se acumula, repleto de viejos papeles que continuamente intentan eliminar, con goteras, húmedo y frío, con un omnipresente teléfono que no para de sonar y una puerta abierta al mundo exterior, no mucho más halagüeño que el interior.
Quiero creer, es decir, puedo creer de alguna manera, lo cual me permite pensar que puede ser la intención del autor, que tanto el edificio como los personajes que pululan por su interior (o que se inmiscuyen desde el exterior a través del teléfono, el televisor o la puerta), configuran una analogía de la sociedad estadounidense.
Estados Unidos como una nación construida dibujando primero los picos de su tejado y luego habilitando de cualquier manera sus estancias, ostentosa y aparentemente magnífica desde el exterior, caótica y apuntalada en su interior. Una nación en cuyo interior, como ocurre en la casa de la novela, hay una habitación cerrada.
La trama, situada en el exterior y a la que tenemos acceso a través de los diálogos de los personajes, implicados en ellas, incapaces de aislarse de “lo que sucede”, gira en el aspecto social tanto en torno a la despiadada ambición, como al poder de los lobbys religiosos. Y en lo personal en torno a la incomunicación y la violencia. Pero no toméis esto como un resumen, la verdad es que la verborrea de Gaddis trasladada a sus personajes, muestra un panorama desolador de las relaciones humanas y el contexto social en el que se desarrollan. El edificio, la casa, alquilada por un matrimonio a un enigmático propietario que conserva cerrada una habitación dentro de la vivienda que ocupan Paul y Liz, se convierte en un reflejo de la sociedad (estadounidense, sí, pero también de la nuestra) en la que los intereses personales predominan sin importar que el entramado social (la casa de madera, inestable, sin cimientos y mal construida) se vaya arruinando. En ese sentido, McCandless, el propietario, un escritor con un oscuro pasado de geólogo y espía, que mantiene un cuarto lleno de cosas inútiles y caducas dentro de la vivienda alquilada, simboliza el vacío del secretismo y la contradicción del personaje según el enfoque de sus interlocutores, tal vez inteligente, tal vez mundano, tal vez enajenado. ¿No es acaso esa la forma en la que los ciudadanos contemplan al Estado? ¿con reverencia, incomprensión e incomodidad?
“(…) te voy a decir una cosa ahora mismo. La principal fuente de la ira es el miedo, la principal fuente del odio es la ira y la principal fuente de todo eso es esa boba religión revelada mires donde mires (…)”
¿Es una analogía? Se podría decir que a grandes rasgos sí, sobre todo debido al simbolismo que encierra el edificio. Lo que no es discutible es que Gótico carpintero es un ejercicio literario que emplea uno de los recursos narrativos más arriesgados. No suelo ser partidario de las novelas en las que la acción avanza mediante diálogos ya que sus resultados suelen ser penosos. Pero Gaddis logra plasmar el habla cotidiana y elevarla a elemento literario, algo muy complicado. Así nos encontramos en la narración con las dudas, el balbuceo, la premura, la prepotencia y la violencia verbal, la sorpresa, la certidumbre, la correcta ilación y la falta de respuesta de sus personajes, consiguiendo Gaddis eso que es tan extraño y difícil trasmitir y plasmar: la humanidad, en todas sus facetas, de los personajes a partir de lo que dicen y de cómo lo dicen. El logro de Gaddis no significa necesariamente que los personajes salgan bien librados. El retrato psicológico del personaje femenino de la novela, Liz, a través de sus distintas reacciones, la variación de su “voz” según sea uno u otro el interlocutor que tiene delante en cada fragmento de la novela, su mezcla de indefensión, indiferencia y frágil fortaleza, me parece sencillamente demoledor.

¿Es una analogía? Puede ser. Pero nos quedamos deslumbrados ante la maestría narrativa de Gaddis. Ante esto, el mensaje simbólico palidece.
"- A mí me gustaría volver como un ave carroñera dijo Faulkner una vez, nadie la odia ni la quiere ni la necesita ni la envidia…
- ¡Ah! (…) Has leído mucho a Faulkner?
- Hace mucho tiempo, si es que lo he leído.
- ¿Qué?
- No importa
- Pero, o sea ¿no te gusta Faulkner?
- No me gusta Faulkner. No me disgusta Faulkner (…) La verdad es que no sé por qué coño estamos hablando de Faulkner"
Los textos de la traducción de Mariano Peyrou, para Editorial Sexto Piso.

1 comentario:

Centro de Formación Nacional dijo...

Esas frases entre comillas...de quién son?

No tiene mucho sentido lo que dicen, no?

Es de algún filosofo??



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