12/10/11

Claus y Lucas, de Agota Kristof (fragmento)

Para decidir si algo está «bien» o «mal» tenemos una regla muy sencilla: la redacción debe ser verdadera. Debemos escribir lo que es, lo que vemos, lo que oímos, lo que hacemos.
Por ejemplo, está prohibido escribir: «la abuela se parece a una bruja». Pero sí está permitido escribir: «la gente llama a la abuela "la Bruja"».
Está prohibido escribir: «el pueblo es bonito», porque el pueblo puede ser bonito para nosotros y feo para otras personas.
Del mismo modo, si escribimos: «el ordenanza es bueno», no es verdad, porque el ordenanza puede ser capaz de cometer maldades que nosotros ignoramos. Escribimos, sencillamente: «el ordenanza nos ha dado unas mantas».
Escribiremos: «comemos muchas nueces», y no: «nos gustan las nueces», porque la palabra «gustar» no es una palabra segura, carece de precisión y de objetividad. «Nos gustan las nueces» y «nos gusta nuestra madre» no puede querer decir lo mismo. La primera fórmula designa un gusto agradable en la boca, y la segunda, un sentimiento.
Las palabras que definen los sentimientos son muy vagas; es mejor evitar usarlas y atenerse a la descripción de los objetos, de los seres humanos y de uno mismo, es decir, a la descripción fiel de los hechos.

Claus y Lucas; El gran cuaderno
Agota Kristof
Traducción de A. Herrera y R. Berdagué para El Aleph

7 comentarios:

CALXIOI dijo...

Este libro me impacto profundamente, de lo mejo que he leído últimamente.

Pal dijo...

Ese es, básicamente, El Fragmento de este libro.

Emilio Calvo de Mora dijo...

Me fascina estos retruécanos, estas indagaciones paralingüísticas casi, pero en la fascinación hay un agotamiento.
Buscaré el libro.

Portnoy dijo...

Claus y Lucas me parece fascinante. El fragmento explica el tono de la novela y es, por supuesto, El Fragmento.
He llegado tarde a Kristoff, lo cual lamentaré siempre. También tengo que decir que Ayer me dejó derrumbado. Esperemos que Claus y Lucas me conmocione de igual manera. De momento así es.
Un saludo y gracias por vuestros comentarios.

Peri Lope dijo...

Hola, qué hay.

Bueno, supongo que haces un juego de palabras con el verbo lamentar. La obra de la Kristoff es tan corta que te pondrás al día enseguida, así que no es tan tarde.

Al fragmento de más arriba le pondría un pero: la utilización del verbo designar no parece muy creíble en unos renacuajos como ellos, aunque sean muy listos. (Quizá el problema este en la traducción...)

Personalmente tengo un recuerdo un tanto escalofriante de las historias protagonizadas por estos niños.

Hasta otra.

Anónimo dijo...

Gran trilogía. Claus y Lucas, las mismas letras en los nombres de los gemelos. Todo encaja. Y los niños hablan así porque no son niños. Son monstruos, y son víctimas, y son culpables. Agota Kristof nunca pretendió hacer literatura. Nos pone ante la cara el horror. Una escritora valiente.

Peri Lope dijo...

Sí, bueno, en realidad me parece que los gemelos son así necesariamente. Esos niños del primer libro que llegarán a adultos en los siguientes dos libros no podrían haber sido de otra manera. Creo que la historia también va un poco por ahí. Son niños y, por tanto, ni monstruos ni culpables, víctimas en cualquier caso de un contexto hostil por todos los flancos: la vida tiene el sentido que ellos se atreven a darle, y viven en el mundo que ellos crean.

Había leído por ahí que el mejor libro era el primero, pero no estoy de acuerdo: los planteamientos que el lector se ve obligado a hacerse en el segundo tienen mucho valor.

A ver qué se nos cuenta aquí, pero mi recuerdo es que no hay una línea argumental entre los tres libros, y sí muchas preguntas y paradojas que se crean según avanzan las historias.

Un saludo.