Sobre Aruitemo, Aruitemo (Still Walking) (2008) de Hirokazu Kore-eda dice el propio director:
“En los últimos seis años he perdido a mi madre y a mi padre. Ahora, en mi papel de hijo mayor desagradecido que siempre usó las obligaciones laborales para excusar sus largas ausencias, me invade el pesar: “Si hubiera sido más....”, “¿Por qué les dije eso?”. Still Walking se basa en los pesares que todos compartimos. Los personajes son gente normal y la historia transcurre durante un solo día. Al contrario de los dramas estadounidenses, no ocurre nada muy importante en las 24 horas que dura la reunión familiar. Sin embargo, en el transcurso de ese día aparentemente tranquilo, la marea va y viene, pequeñas olas rompen en la superficie. Por ejemplo, la preocupación del protagonista por la avanzada edad de sus padres, pero nadie lo nota. O la negociación entre la novia y su suegra acerca de un nieto. Será un secreto, nadie sabrá nada. En está película no hay tormentas. Tan solo el “antes” y el “después” de los dramáticos acontecimientos que se descubren poco a poco. En otras palabras, me he centrado en las premoniciones y en las revelaciones de la vida, porque creo que es aquí donde puede encontrarse la esencia de la vida. Ya que la película nació a partir del pesar, me empeñé en que fuera una película llena de vida. En vez de enseñar cómo se encaminaron mis padres hacia la muerte, preferí capturar un momento de vida, y envolver en ese momento todas las ambigüedades de la memoria familiar. Como las fotos de un álbum. A pesar de ser una película de ficción, me basé en la personalidad de mi madre y en su forma de hablar para la madre del protagonista. Quería hacer una película en la que reconociera a mi madre. No quería llorar su pérdida, sino volver a reír con ella. Así nació este largometraje.”
No encuentro la fuente de estas declaraciones. Las reproduzco aumentando viralmente su difusión. Tal vez sea un texto promocional. De todas formas me sirve para destacar un detalle que me llama la atención: “Al contrario de los dramas estadounidenses”.
Da la impresión a lo largo del film que, a pesar de tratarse de una película genuinamente japonesa, hay cierto intento de conexión con el público occidental. Ciertos comportamientos de los personajes, sobre todo los de la madre, son explicados cuando las actitudes y los gestos, esa maraña de sutilezas, cortesía y protocolo, dejan claro sus intenciones.
Es decir, Kore-eda es en Aruitemo, Aruitemo, complaciente con el público occidental, todo el planteamiento narrativo se basa en la contraposición a los dramas estadounidenses en cuanto a tempo y actitudes de los personajes, pero al mismo tiempo deja bien claro con sus explicaciones cualquier sutileza que un espectador occidental podía pasar por alto.
La madre explica que hará volver año tras año al joven al que su hijo salvó la vida perdiendo la suya, sencillamente para recordar la deuda de gratitud y hacerle sentir mal; la madre refunfuña en la bañera sobre el yerno; la madre confirma que estrecha la mano de la mujer de su hijo y al hijo de ésta para marcar las diferencias…
No me parece necesario.
O quizás, explicar estas cosas al espectador occidental es tan relevante como el apretón de manos.
Aruitemo, Aruitemo es una película que se desarrolla en oposición a dos factores: Opuesta (y condescendiente) a la sensibilidad occidental y opuesta (y complementaria) a Tokio Monogatari de Yasujiro Ozu.
Porque da la sensación de que la película de Kore-eda funciona como contraremake de la de Ozu.
Hay varios planos que nos llevan directamente a Tokio monogatari: El tren atravesando la pantalla, los planos fijos de plantas que funcionan como interludios, los interiores…
Pero además hay cierta similitud-oposición narrativa. En la película de Ozu un anciano matrimonio abandona su casa en el campo para visitar a sus hijos en la ciudad. Su presencia es incómoda para todos ellos, pero la única que se entrega totalmente al cuidado y a la complacencia de sus suegros es la viuda del hijo fallecido de los ancianos. En la película de Kore-eda, dos hermanos con sus respectivos cónyuges visitan a sus padres que viven en el campo el día del aniversario del fallecimiento del otro hijo del matrimonio. La hermana está empeñada en quedarse con la casa de los ancianos y el hermano, que no se lleva bien con su padre, está casado con una mujer viuda que tiene un hijo de su anterior matrimonio.
Los papeles cambian con el tiempo, los hijos que nos muestra Ozu son los padres para Kore-eda, algo lógico teniendo en cuenta los cincuenta y cinco años que separan a ambas películas. La delicadeza de la relación que establecen la madre y la nuera viuda en Tokio Monogatari, roza el insulto por parte de la anciana en Aruitemo, Aruitemo; la indiferencia del hijo en Ozu (pediatra), es la del padre en Kore-eda (médico).
La principal diferencia formal estriba en que mientras la cámara de Ozu parece un espectador discreto que se queda en la entrada de la vivienda, de ahí esos planos realizados con la cámara a ras de suelo, la de Kore-eda es un intruso con intención de documentar todos los aspectos de las relaciones familiares. Por eso Tokio Monogatari destaca por su clara y conseguida voluntad artística y Aruitemo, Aruitemo por su voluntad narrativa.
Kyôko Kagawa que hizo el papel de la hija soltera en Tokio Monogatari trabajó también con Kore-eda en Wandafuru raifu… pero esto no es más que una anécdota… o quizás una demostración de que Kore-eda quiere ser el heredero de Ozu. Pero creo que en Aruitemo, Aruitemo la referencia es demasiado evidente. De alguna manera, quizás lastrada por los dos aspectos mencionados, la condescendencia con el espectador occidental y la evidencia del homenaje a Ozu, esta película de Kore-eda no alcanza la intensidad emocional y artística de Alter Life (Wandafuru raifu) o de la demoledora (tanto que ni me atrevo a hablar de ella) Nadie sabe (Dare mo shiranai), pero de lo que no cabe duda es que nos encontramos ante uno de los mejores cineastas de nuestro tiempo.
“En los últimos seis años he perdido a mi madre y a mi padre. Ahora, en mi papel de hijo mayor desagradecido que siempre usó las obligaciones laborales para excusar sus largas ausencias, me invade el pesar: “Si hubiera sido más....”, “¿Por qué les dije eso?”. Still Walking se basa en los pesares que todos compartimos. Los personajes son gente normal y la historia transcurre durante un solo día. Al contrario de los dramas estadounidenses, no ocurre nada muy importante en las 24 horas que dura la reunión familiar. Sin embargo, en el transcurso de ese día aparentemente tranquilo, la marea va y viene, pequeñas olas rompen en la superficie. Por ejemplo, la preocupación del protagonista por la avanzada edad de sus padres, pero nadie lo nota. O la negociación entre la novia y su suegra acerca de un nieto. Será un secreto, nadie sabrá nada. En está película no hay tormentas. Tan solo el “antes” y el “después” de los dramáticos acontecimientos que se descubren poco a poco. En otras palabras, me he centrado en las premoniciones y en las revelaciones de la vida, porque creo que es aquí donde puede encontrarse la esencia de la vida. Ya que la película nació a partir del pesar, me empeñé en que fuera una película llena de vida. En vez de enseñar cómo se encaminaron mis padres hacia la muerte, preferí capturar un momento de vida, y envolver en ese momento todas las ambigüedades de la memoria familiar. Como las fotos de un álbum. A pesar de ser una película de ficción, me basé en la personalidad de mi madre y en su forma de hablar para la madre del protagonista. Quería hacer una película en la que reconociera a mi madre. No quería llorar su pérdida, sino volver a reír con ella. Así nació este largometraje.”
No encuentro la fuente de estas declaraciones. Las reproduzco aumentando viralmente su difusión. Tal vez sea un texto promocional. De todas formas me sirve para destacar un detalle que me llama la atención: “Al contrario de los dramas estadounidenses”.
Da la impresión a lo largo del film que, a pesar de tratarse de una película genuinamente japonesa, hay cierto intento de conexión con el público occidental. Ciertos comportamientos de los personajes, sobre todo los de la madre, son explicados cuando las actitudes y los gestos, esa maraña de sutilezas, cortesía y protocolo, dejan claro sus intenciones.
Es decir, Kore-eda es en Aruitemo, Aruitemo, complaciente con el público occidental, todo el planteamiento narrativo se basa en la contraposición a los dramas estadounidenses en cuanto a tempo y actitudes de los personajes, pero al mismo tiempo deja bien claro con sus explicaciones cualquier sutileza que un espectador occidental podía pasar por alto.
La madre explica que hará volver año tras año al joven al que su hijo salvó la vida perdiendo la suya, sencillamente para recordar la deuda de gratitud y hacerle sentir mal; la madre refunfuña en la bañera sobre el yerno; la madre confirma que estrecha la mano de la mujer de su hijo y al hijo de ésta para marcar las diferencias…
No me parece necesario.
O quizás, explicar estas cosas al espectador occidental es tan relevante como el apretón de manos.
Aruitemo, Aruitemo es una película que se desarrolla en oposición a dos factores: Opuesta (y condescendiente) a la sensibilidad occidental y opuesta (y complementaria) a Tokio Monogatari de Yasujiro Ozu.
Porque da la sensación de que la película de Kore-eda funciona como contraremake de la de Ozu.
Hay varios planos que nos llevan directamente a Tokio monogatari: El tren atravesando la pantalla, los planos fijos de plantas que funcionan como interludios, los interiores…
Pero además hay cierta similitud-oposición narrativa. En la película de Ozu un anciano matrimonio abandona su casa en el campo para visitar a sus hijos en la ciudad. Su presencia es incómoda para todos ellos, pero la única que se entrega totalmente al cuidado y a la complacencia de sus suegros es la viuda del hijo fallecido de los ancianos. En la película de Kore-eda, dos hermanos con sus respectivos cónyuges visitan a sus padres que viven en el campo el día del aniversario del fallecimiento del otro hijo del matrimonio. La hermana está empeñada en quedarse con la casa de los ancianos y el hermano, que no se lleva bien con su padre, está casado con una mujer viuda que tiene un hijo de su anterior matrimonio.
Los papeles cambian con el tiempo, los hijos que nos muestra Ozu son los padres para Kore-eda, algo lógico teniendo en cuenta los cincuenta y cinco años que separan a ambas películas. La delicadeza de la relación que establecen la madre y la nuera viuda en Tokio Monogatari, roza el insulto por parte de la anciana en Aruitemo, Aruitemo; la indiferencia del hijo en Ozu (pediatra), es la del padre en Kore-eda (médico).
La principal diferencia formal estriba en que mientras la cámara de Ozu parece un espectador discreto que se queda en la entrada de la vivienda, de ahí esos planos realizados con la cámara a ras de suelo, la de Kore-eda es un intruso con intención de documentar todos los aspectos de las relaciones familiares. Por eso Tokio Monogatari destaca por su clara y conseguida voluntad artística y Aruitemo, Aruitemo por su voluntad narrativa.
Kyôko Kagawa que hizo el papel de la hija soltera en Tokio Monogatari trabajó también con Kore-eda en Wandafuru raifu… pero esto no es más que una anécdota… o quizás una demostración de que Kore-eda quiere ser el heredero de Ozu. Pero creo que en Aruitemo, Aruitemo la referencia es demasiado evidente. De alguna manera, quizás lastrada por los dos aspectos mencionados, la condescendencia con el espectador occidental y la evidencia del homenaje a Ozu, esta película de Kore-eda no alcanza la intensidad emocional y artística de Alter Life (Wandafuru raifu) o de la demoledora (tanto que ni me atrevo a hablar de ella) Nadie sabe (Dare mo shiranai), pero de lo que no cabe duda es que nos encontramos ante uno de los mejores cineastas de nuestro tiempo.
3 comentarios:
yo no he podido evitar adquirir el dvd como si fuera una obra de arte enlatada;
un saludo
La vi hace meses en la filmoteca en Barcelona, me pareció buenísima...
Me apunto el resto de pelis que citas.
Totalmente de acuerdo. Yo también creo que no acaba de estar conseguida del todo por esas cosas. Concretamente, en la época en que salió la peli de Kore-Eda también tuvimo Tokio Sonata, de K.Kurosawa, que vuelve a ser una vuelta de tuerca al Cuentos de Tokio de Ozu y, en este caso, me resulta más satisfactoria. K.K. sigue citando a Ozu con un respeto reverencial, pero también es consciente de que no es capaz de hacer lo que Ozu creó hace más de cinco décadas, así que lo lleva a su terreno, tanto en lo referente a su personal sentido del humor como en su habitual juego con los géneros y las vueltas de tuerca que utiliza más a nivel formal que narrativo.
En cuanto a Kore-Eda, me gustan las dos que dices, pero mi favorita sigue siendo Maborosi, que me parece su obra más sutil y personal, menos visceral que Nadie sabe pero más triste que ninguna. Una peli clave sobre la adolescencia/juventud.
Un saludo!
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