Qué más da lo que yo escriba; en resumidas cuentas siempre son catástrofes. Esto es lo deprimente del destino del escritor: nunca consigues trasladar al folio lo que has pensado o imaginado; la mayoría se pierde durante el traslado. Lo que llegas a plasmar no es más que un pálido y ridículo reflejo de lo que habías imaginado. Esto es lo que más deprime a un autor como yo. En el fondo no puedes comunicarte. Todavía no lo ha conseguido nadie. En alemán mucho menos; es una lengua envarada y torpe, en el fondo horrible. Es una lengua espantosa que mata todo lo que es ligero y maravilloso. Lo único que se puede hacer, es sublimarla con el ritmo, confiriéndole musicalidad. Lo que escribo nunca corresponde a lo que he imaginado.
Entrevista a Thomas Bernhard por Asta Scheib (1987)
Traducción de Thomas Kauf recogida en QUIMERA Nº 65.
Para leer a Bernhard es necesario que el tiempo se detenga, que nada perturbe la lectura. Mi mundo es un lugar ruidoso con camiones e interferencias, un sitio en el que Bernhard no es posible. La realidad es la gran enemiga de la literatura. “Nunca consigues trasladar al folio lo que has pensado o imaginado”, nunca consigues entender plenamente lo que el autor ha querido comunicar. Es un doble viaje con indicaciones subjetivas que se contradicen y conducen al desastre. En estas condiciones nunca leo a Bernhard. Tal vez otra cosa, escrita por él, traducida por Miguel Sáenz, pero los camiones y las interferencias. Así siempre hay en casa un libro inconcluso de Bernhard. Aún así adivino que Ungenach presagia Corrección (o al contrario) e intuyo que hay un único tema en el autor, siempre la misma dicotomía entre la vida y el pensamiento, entre la realidad y la creación:
Leer a Bernhard es una catástrofe. Como dice Marías el estilo de Bernhard “es enormemente pegadizo, como una inoculación”, imitarlo es casi un reflejo involuntario. Pero a veces me encuentro con la necesidad de Bernhard, de leerlo para sacar adelante algunos de esos textos farragosos y presuntamente complicados, de recuperar la musicalidad de los textos de Bernhard para una nueva colisión.
Bernhard es uno de los Grandes Ingenios, para Marías dotado de un carácter cómico que pasa desapercibido, es ya uno de los Maestros Antiguos, y nosotros estamos solos, sin recursos, completamente vacíos.
Y el desastre ocurre porque uno puede llegar a pensar que Bernhard intenta captar algo inaprensible, siempre en fuga, imposible de plasmar a causa del carácter mecánico de la escritura que fluye a ritmo insoportablemente lento pero también que busca la irritación del lector, la implicación de éste no a través de la complicidad, como suele ser habitual, sino del enfrentamiento y la colisión.
Pero Bernhard, como Beckett, me anula.
Bernhard, como Beckett, deja que atisbe los límites de la narración.
Aquí estamos. Prácticamente, después de Bernhard, no hay nada más que la repetición y la copia. En el límite hay un abismo. Es lo que me muestra Bernhard.
Y en el límite no soy capaz de apreciar nada positivamente. Todo es cansancio y hartazgo y rabia ante la repetición y la copia.
Como lector-espectador todo cuanto leo-veo es intrascendente, innecesario, molesto. Inútil.
(Todos los fragmentos de las traducciones de Miguel Sáenz)
Traducción de Thomas Kauf recogida en QUIMERA Nº 65.
Para leer a Bernhard es necesario que el tiempo se detenga, que nada perturbe la lectura. Mi mundo es un lugar ruidoso con camiones e interferencias, un sitio en el que Bernhard no es posible. La realidad es la gran enemiga de la literatura. “Nunca consigues trasladar al folio lo que has pensado o imaginado”, nunca consigues entender plenamente lo que el autor ha querido comunicar. Es un doble viaje con indicaciones subjetivas que se contradicen y conducen al desastre. En estas condiciones nunca leo a Bernhard. Tal vez otra cosa, escrita por él, traducida por Miguel Sáenz, pero los camiones y las interferencias. Así siempre hay en casa un libro inconcluso de Bernhard. Aún así adivino que Ungenach presagia Corrección (o al contrario) e intuyo que hay un único tema en el autor, siempre la misma dicotomía entre la vida y el pensamiento, entre la realidad y la creación:
Por más que abusemos, siempre se puede seguir pensando. Al final todo nos pone nerviosos, menos pensar. El que piensa puede envejecer sin problemas. O tener durante toda la vida una idea loca, una sola idea loca. Escuchar, leer, mirar, todo eso no es nada comparado con esa sola loca idea, pero ése es mi problema. (...) Una solución matemática naturalmente, resuelta de manera puramente matemática. Qué mal me siento a veces, como si estuviera moribundo y de pronto todo está bien otra vez, porque pienso. Pensando lo supero todo.Almuerzo en casa de Ludwig W.
Leer a Bernhard es una catástrofe. Como dice Marías el estilo de Bernhard “es enormemente pegadizo, como una inoculación”, imitarlo es casi un reflejo involuntario. Pero a veces me encuentro con la necesidad de Bernhard, de leerlo para sacar adelante algunos de esos textos farragosos y presuntamente complicados, de recuperar la musicalidad de los textos de Bernhard para una nueva colisión.
Llenamos nuestra caja fuerte espiritual de esos Grandes Ingenios y Maestros Antiguos y recurrimos a ellos en el momento decisivo para nuestras vidas; pero cuando abrimos esa caja fuerte espiritual, está vacía, ésa es la verdad, nos quedamos ante esa caja fuerte espiritual vacía y vemos que estamos solos y realmente por completo sin recursos, así Reger. El hombre atesora en todos los campos durante toda la vida y al final se encuentra vacío, así Reger, también en lo que se refiere a su patrimonio espiritual.Maestros antiguos.
Bernhard es uno de los Grandes Ingenios, para Marías dotado de un carácter cómico que pasa desapercibido, es ya uno de los Maestros Antiguos, y nosotros estamos solos, sin recursos, completamente vacíos.
Y el desastre ocurre porque uno puede llegar a pensar que Bernhard intenta captar algo inaprensible, siempre en fuga, imposible de plasmar a causa del carácter mecánico de la escritura que fluye a ritmo insoportablemente lento pero también que busca la irritación del lector, la implicación de éste no a través de la complicidad, como suele ser habitual, sino del enfrentamiento y la colisión.
Pero Bernhard, como Beckett, me anula.
Bernhard, como Beckett, deja que atisbe los límites de la narración.
Aquí estamos. Prácticamente, después de Bernhard, no hay nada más que la repetición y la copia. En el límite hay un abismo. Es lo que me muestra Bernhard.
Y en el límite no soy capaz de apreciar nada positivamente. Todo es cansancio y hartazgo y rabia ante la repetición y la copia.
Como lector-espectador todo cuanto leo-veo es intrascendente, innecesario, molesto. Inútil.
(Todos los fragmentos de las traducciones de Miguel Sáenz)
7 comentarios:
me pasa lo contrario; cuando leo a bernhard, la lectura acalla el ruido
Y sin embargo él afirma que puede escribir en medio del mayor tumulto... (leí tu psot y enseguida la entrevista que linkeás). El ritmo, la musicalidad, claro, para quienes no leemos en alemán, están mediados por Sáenz (la musicalidad de Bernhard, en español, es en realidad la de Sáenz, dijo alguna vez M. Cohen).
Agradezco este post. Me hizo ir a fijarme cuándo abre el Instituto Goethe (el 19/02), para sacar Helada, que no terminé de leer (en Buenos Aires son caros los libros de Bernhard, para mí al menos, y el año pasado leí varios libros suyos así, sacándolos de la bilioteca pública). Extraño su estilo espiralado (repetición, concentración, alguna vez comenté que la figura del cono de Corrección es finalemnte que corresponde a su escirtura), sus apreciaciones descarnadas, todo tan distinto a lo que voy leyendo en estos días. Tal como se extraña la voz de un amigo. Es la voz de quien nos ha conmovido. Sí, leer a Bernhard es una catástrofe.
Leer a Bernhard supuso espabilar muchas bestias a la vez. Supuso rumiar su prosa y pensarla. Escudriñarla.
Sí, Bernhard.
Gracias por el rescate de los fragmentos. El primero debería provocar que sólo se editasen 10 libros al año, (joder).
Leo nuevamente: "En el fondo no puedes comunicarte. Todavía no lo ha conseguido nadie." Así, Beckett, ¿no? (ya que lo trajiste al ruedo). Y ahí lo catastrófico: el fracaso. Suyo al escribir, nuestro al leer. Bueno, saludos ya.
Gracias por vuestros comentarios y disculpad que este depresivo (y mal) lector os venga con sus problemillas.
Me quedo pensando en lo que dice Vero de que la forma del cono de Corrección es la de su propia escritura.
Un saludo
(Ah, Blumm, diez libros ya me parecen demasiados) :-)
Hola, Portnoy.
Sinceramente:) el único problema que le veo a Bernhardt es que dan muchas ganas de releer sus libros cada año.
Dicho sea de paso, la, así llamada, locución "así llamada" de Sáenz, podría reducirse en italiano a una sola palabra: "cosidetta" (me gusta mucho esta palabra y me voy a cenar)
Saludos
Bueno, incurriré en el mal gusto al autolinkearme: acá desovillé la idea de cono de Bernhard en Corrección y el cilindro de Beckett en El despoblador. Salut.
http://elinfiernodenuestrodescontento.blogspot.com/2009/03/el-cono.html
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