4/5/09

Ponyo en el acantilado, de Hayao Miyazaki



Estamos acostumbrados a que la narración cinematográfica resuelva todo con un enfrentamiento maniqueísta en el que el héroe acapara todos los atributos positivos y el malvado los negativos (incluida la estupidez, que en muchas ocasiones le impide vencer). El tópico se evita con ligeros matices, pero en general es un argumento que se repite hasta la saciedad, el bien contra el mal, lo blanco contra lo negro (o lo azul contra lo rojo), la naturaleza contra la humanidad.
Nada de eso hay en la película de Miyazaki. Sí hay enfrentamiento, por contraposición, entre la naturaleza y la humanidad que contamina la naturaleza, pero, contra todos los pronósticos clásicos o tópicos, lo que Miyazaki muestra es el encuentro entre la Naturaleza y su personificación con los seres humanos.
Y aunque las dos fuerzas están enfrentadas, los individuos pueden entenderse.



Y lo que postula finalmente el director japonés es que la inocencia puede finalmente redimirnos. No es nuevo en Miyazaki: Siempre los personajes infantiles aportan un rayo de esperanza a un mundo convulso. Por eso se piensa que los trabajos de Miyazaki son exclusivamente para niños (ya se sabe… dibujos animados), se le compara con Disney (lo cual me parece insultante), pero son muy apreciados por la crítica cinematográfica.
Y por los espectadores... aunque quizás nosotros admiremos hasta la devoción al director japonés... quizás no seamos espectadores ecuánimes... disfrutamos demasiado con sus (por qué no voy a decirlo) hermosas
historias fantásticas.
Las películas de Miyazaki son cualquier cosa menos previsibles, condescendientes y tópicas. Son sencillamente maravillosas sin dejar de ser terriblemente complejas en cuanto a realización y argumentos.
Se podrá argumentar que Ponyo en el acantilado no es una de las mejores películas de Miyazaki, pero no hay más que compararla con otras películas de esa especie de subgénero infantiloide llamado animación para darse cuenta que
Ponyo gana con diferencia.



Olvídense del 3D, olvídense de la perfección de la infografía que acerca la animación a la “realidad”, olvídense del maniqueísmo ramplón… Miyazaki nos demuestra que lo necesario y valioso, lo que configura una filmografía singular y personal, es poseer una desbordante imaginación, una creatividad remarcable y grandes dosis de originalidad, aún para reescribir historias.


5 comentarios:

Javier Moreno dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Javier Moreno dijo...

Tomando el lugar del abogado del diablo, a mí siempre me queda la duda de si la mitad de lo que nos deslumbra narrativamente de Miyazaki es una cosa realmente japonesa, que no tiene mucho que ver con sus particularidades como autor. Lo digo porque cuando uno se pone en la tarea de leer narrativa japonesa (novela y cómic, por ejemplo) empieza a notar que lo que hace Miyazaki entra dentro de un esquema más grande, que la manera como aborda tramas, situaciones y personajes podría ser una tradición nacional, en cuyo caso más que creador Miyazaki es un médium de técnica soberbia que luce único porque, finalmente, muy poco de lo que produce el japón logra trascender sus fronteras.

Portnoy dijo...

Es posible. Siempre he pensado que nuestra fascinación por lo oriental parte de premisas equivocadas, que se trata de fascinación por lo desconocido, por "lo otro", que nos resulta imposible calibrarlo en su justa medida.
Claro que después viene la satisfacción que obtenemos como espectadores o lectores y todas las dudas se desvanecen.

Marcelo dijo...

¡Buenas! Llegué aquí buscando info. acerca de esta película. Me pareció un buen comentario crítico y un notable blog a tener en cuenta, pero no creen que es un tanto eurocentrista decir que "muy poco de lo que produce el japón logra trascender sus fronteras". Es decir, es un hecho consabido que el esqueleto de todo cuanto nos heredaron los griegos provenía del conocimiento y la filosofía de medio oriente y más allá, así como la creación de muchos implementos tecnológicos (como el vidrio, el papel, la tinta, la pólvora, etc.) que facilitaron las líneas de desarrollo que seguimos actualmente. En el ámbito del cine también tenemos los casos de Yasujiro Ozu (aún no me he hecho el tiempo de ver algo de él) y del más occidentalizado Akira Kurosawa, que son reconocidos por haber influenciado a gran parte de los más destacados cineastas de las más diversas partes del mundo.
Obviamente no se puede negar que en asia se produce basura de todo tipo a nivel industrial (como un gran porcentaje del animé japonés, y uno mayor de lo que se hace en bollywood), pero de ahí a decir que todo lo que tienen que entregar sólo se trata de "una fascinación por el otro o lo que hace el otro" me parece muy generalizador y simplista.

Saludos

Anónimo dijo...

Me encantan las películas Ponyo es una genialidad de este autor, la que me falta es Arriety, creo que es muy buena película pero no he tenido oportunidad de verla.