En el prólogo de la edición de Pulp Ediciones de la novela de William Hope Hodgson, El país de la noche se hacen algunas consideraciones:
En primer lugar lo dificultoso de traducir una obra escrita en el siglo XIX en un inglés que imitaba al del XVII “barroco, antiguo y fuera de uso”.
En segundo lugar que el texto que se presenta no es el texto completo. Es, en palabras de Arellano, el editor, una obra “mutilada” desde su reedición inglesa en 1973.
Estos puntos ya nos podrían hacer recelar del resultado final tanto de la traducción como del contenido “recortado” de la novela original.
Una vez devolví una edición del Amadís de Gaula ya que habían tenido la “delicadeza” de suprimir aquellas partes del texto que podían resultar engorrosas para el (sic) “lector moderno”. Esta vez no devolví el libro y me lancé a su lectura, debido al buen regusto que me había dejado La casa en el límite
La verdad es que estuve a punto en varias ocasiones de estrellar el libro contra la pared.
(Debería hacer una lista de libros que he estado a punto de estrellar contra la pared... ¿lapidalibro? ¿dilapidar?)
Comenta el editor respecto a las partes suprimidas del segundo tomo que “las escenas de amor y los diálogos románticos resultan más que cargantes para el gusto actual y eran capaces de quitarle fuerza al libro”. Pero no es este el único defecto de la narración.
El escenario que describe Hodgson es tan fascinante como el que propuso en La casa en el límite... eso lo dejo para posibles (y arrojados) exploradores de la literatura fantástica fundacional. En un momento de la narración el protagonista-narrador, doble característica que disminuye la intriga del relato, debe emprender una arriesgado y largo viaje atravesando un entorno tan hostil como misterioso. Sin embargo todas las posibilidades de la historia quedan enfangadas en la descripción continuada de la rutina del viaje (cuánto camina, cuándo para a dormir, cuántas horas duerme, etc..) Además todo el relato adolece de consistencia narrativa. Parece como si Hodgson improvisase y al releer el texto encontrase ciertas contradicciones que en vez de solventarlas revisando el escrito lo son añadiendo razones y elucubraciones sin ningún valor narrativo. El país de la noche es un ejemplo de la multiplicación de la digresión innecesaria.
Como ejemplo basten unos cuantos fragmentos de la inmodestia del narrador cuando se refiere a su condición física; (la mayoría de estas afirmaciones se producen cuando está en compañía de la mujer a la que rescata, lo cual nos hace pensar que ¡se está pavoneando!):
En fin, gran potencial narrativo, desbordante imaginación para crear mundos y situaciones inquietantes, pero un desastroso tratamiento narrativo.
Creo que esta novela también se conoce como El reino de la noche o La tierra oscura. El título original es The nigth land (A love tale) El escenario descrito por Hodgson debería ser mejor aprovechado narrativamente.
En primer lugar lo dificultoso de traducir una obra escrita en el siglo XIX en un inglés que imitaba al del XVII “barroco, antiguo y fuera de uso”.
En segundo lugar que el texto que se presenta no es el texto completo. Es, en palabras de Arellano, el editor, una obra “mutilada” desde su reedición inglesa en 1973.
Estos puntos ya nos podrían hacer recelar del resultado final tanto de la traducción como del contenido “recortado” de la novela original.
Una vez devolví una edición del Amadís de Gaula ya que habían tenido la “delicadeza” de suprimir aquellas partes del texto que podían resultar engorrosas para el (sic) “lector moderno”. Esta vez no devolví el libro y me lancé a su lectura, debido al buen regusto que me había dejado La casa en el límite
La verdad es que estuve a punto en varias ocasiones de estrellar el libro contra la pared.
(Debería hacer una lista de libros que he estado a punto de estrellar contra la pared... ¿lapidalibro? ¿dilapidar?)
Comenta el editor respecto a las partes suprimidas del segundo tomo que “las escenas de amor y los diálogos románticos resultan más que cargantes para el gusto actual y eran capaces de quitarle fuerza al libro”. Pero no es este el único defecto de la narración.
El escenario que describe Hodgson es tan fascinante como el que propuso en La casa en el límite... eso lo dejo para posibles (y arrojados) exploradores de la literatura fantástica fundacional. En un momento de la narración el protagonista-narrador, doble característica que disminuye la intriga del relato, debe emprender una arriesgado y largo viaje atravesando un entorno tan hostil como misterioso. Sin embargo todas las posibilidades de la historia quedan enfangadas en la descripción continuada de la rutina del viaje (cuánto camina, cuándo para a dormir, cuántas horas duerme, etc..) Además todo el relato adolece de consistencia narrativa. Parece como si Hodgson improvisase y al releer el texto encontrase ciertas contradicciones que en vez de solventarlas revisando el escrito lo son añadiendo razones y elucubraciones sin ningún valor narrativo. El país de la noche es un ejemplo de la multiplicación de la digresión innecesaria.
Como ejemplo basten unos cuantos fragmentos de la inmodestia del narrador cuando se refiere a su condición física; (la mayoría de estas afirmaciones se producen cuando está en compañía de la mujer a la que rescata, lo cual nos hace pensar que ¡se está pavoneando!):
Yo seguía siendo un atleta, nunca hubo hombre tan ágil y fuerte, salvo en algún cuento o en la boca de algún fanfarrón.
(...)
Me preguntó francamente si había algo de falso en mi famosa fuerza, y cuando me reí con fresco y natural orgullo, me asió de improviso el brazo para comprobar por sí misma hasta qué punto era fuerte. Y por supuesto lo soltó con mayor rapidez aún y con una pizca de asombro, al ver lo grande y recio que era.
(...)
Creo, realmente, que yo era tan fuerte y resistente como si estuviese hecho de acero.
(...)
Esta aventura había confirmado lo duro y fuerte que era por complexión
(...) no podía concebir que un hombre (como el narrador) tuviese tanta fuerza y resistencia.
(...)
Porque yo era muy fuerte y la ira y rabia me hacían terrible.
(...)
Yo era, ciertamente, muy fuerte, como habréis entendido por todo el relato. Pues siempre fui aficionado a los ejercicios de entrenamiento que realizaba la gente de la Potente Pirámide. Esto os puede dar a entender que estaba bien desarrollado, aunque fundamentalmente debía mi fuerza y la conformación del cuerpo a la madre que me trajo al mundo. Toda mi vida había estado orgulloso de mi cuerpo y de mi salud y fuerza. Es algo de lo que hay que enorgullecerse, y decirlo sinceramente con gallardía.
En fin, gran potencial narrativo, desbordante imaginación para crear mundos y situaciones inquietantes, pero un desastroso tratamiento narrativo.
Creo que esta novela también se conoce como El reino de la noche o La tierra oscura. El título original es The nigth land (A love tale) El escenario descrito por Hodgson debería ser mejor aprovechado narrativamente.
7 comentarios:
Oye, pues lo de la lista de libros que has estado a punto de estrellar contra la pared no me parece mala idea.
Es más, si lo lanzas al cibersepacio como meme, te lo sigo.
Un abrazo de un tan asiduo lector y suscriptor como parco comentarista
cuatro años con este blog fantástico,y fantástico me ha parecido y lastima no conocerlo antes,y por eso te invito a participar en mi blog directorio
aquiestatublog.
podrán conocerte mas blogueros,pásate por mi blog y deja tu blog en el libro de visitas
visito muchos blog escogiendo a los mejores,pero si lo consideras spam te pido perdón
gracias
Lo pensaré, José Ángel... aunque si te gusta la idea te la cedo para que inicies un meme de esos.
Gracias Goloviarte, por el elogio y la invitación casi-spam
:-)
Es broma
Un saludo y gracias por vuestros comentarios
Vamos a ponernos radicales y polémicos.
Dos libros para estrellar contra la pared:
Rayuela (¡uy qué ha dicho!)
Las benévolas
saludos.
Me piden (exigen) que te exija (pida) una explicación argumentada de porque estrellarías Rayuela, Vende.
Vamos, no es porque me estén presionando desde detrás de la silla, no. Es porque me parece que el tema lo merece.
Un saludo
:-)
Odio a Maga, no me gusta, la detesto.
Odio también el rollo de ir saltando de página en página, capítulo a capítulo. Porque si de repente estás una semana sin abrir el libro y no te gusta doblar las páginas, ¿cómo sabes a donde apunta el punto de libro? Díganme: ¡reaccionario! ¡filibustero! ¡hipócrita! Y asentiré. Pero no puedo con Rayuela. Sería el primer libro que estamparía contra la pared.
(creo que, si fuera por la persona que está detrás de su silla, sería a mi vez estampado contra la pared, justo después del libro...)
Que dios y la persona detrás de su silla me perdonen.
Y me congratula poder leerlo en Quimera. A sus pies.
V.
Vendepatrias, dese usted por (cruelmente) abofeteado.
Espero a sus padrinos. Y le advierto que soy un tirador excepcional.
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