Yo sabía que era un error hablar de Pasenow o el romanticismo de Hermann Broch, sin terminar la trilogía de “Los sonámbulos”. La segunda entrega, Esch o la anarquía confirma que no se pueden tratar las tres novelas como obras independientes... o más bien lo confirma la lectura de Huguenau o el realismo, en la que estoy ahora embarcado, y que demuestra que Los sonámbulos es una obra inmensa y con un objetivo total que no es posible apreciar considerando cada unas de sus partes como obras independientes. De entrada, lo que consigue Esch es descolocar al lector. No hay una continuidad estilística, ni temática entre Esch y Pasenow ... incluso los personajes que se repiten parecen ser otros.
Bertrand es el personaje a través del cual, por oposición, se articulan los personajes de las dos novelas. Bertrand simboliza el éxito económico y social. Para Pasenow era un ejemplo a seguir y a destruir: Arrojando a su prometida en los brazos de Bertrand, (¿ocurre realmente?) Pasenow acelera su conversión en aquello que repudia. Para Esch simboliza el capitalismo que el socialismo debe derrocar; pero en su viaje “terrorista” Esch se pierde en las brumas oníricas de los sonámbulos.
En primer lugar ¿por qué “o el anarquismo”? Uno espera, a partir de ese título, una intriga que se mueva en el terreno de la descripción o la denuncia, sociopolítica de la época, 1903. Pero el único personaje con una marcada vocación sindicalista, el socialista Martín, es encarcelado al poco de iniciarse la novela y se convierte en una presencia invisible y poco influyente en la trama narrativa. Esch, por su parte, se enfrenta a un conflicto laboral en cierta medida elegido. No se trata de reivindicar su injusto despido al inicio de la novela, sino de comprobar su evolución y su voluntad de convertirse él a su vez en empresario. Bertrand, en esa pulsión oscilante que domina a Esch es, como en el caso de Pasenow, la figura a seguir como modelo y a destruir como amenaza.
Pero la verdadera pulsión que domina a Esch a lo largo de la novela es de índole más prosaica. Porque “o el anarquismo” puede ser una excusa narrativa circunstancial ceñida a la época que describe Broch, pero lo que motiva a Esch es satisfacer constantemente sus deseos sexuales. Sus visitas a bares atendidos por camareras y sus constantes escapadas los prostíbulos de las dos ciudades en las que se desarrolla la acción denotan un carácter hedonista del personaje que le impedirá tomar decisiones sentimentales. Sin embargo su vida “amorosa” se debate entre dos mujeres que nos son presentadas destacando su falta de encantos: A la señora Hentjen apenas se la describe pero su falta de atractivo sexual es evidente desde su aparición; de Erna Korn se nos dice que es una mujer avejentada. Y entre ellas la figura de Ilona, ayudante del malabarista que mostraba “su belleza al público” y nos es descrita con precisión destacando su hermosura, su sonrisa y sus seductores juegos sobre el escenario. Ilona es sin duda la mujer por la que Esch se siente atraído sexualmente, pero es, aparentemente ignorado por el protagonista. Ilona es quien motiva a Esch que hará todo por Ilona, pero sin Ilona, y que acabará seduciendo a las dos mujeres a las que, sin ningún reparo, desprecia abiertamente.
La contradicción es el argumento principal de Esch o la anarquía. En esta segunda parte Bertrand no es el mismo Bertrand de Pasenow, pero sigue siéndolo como símbolo de la contradicción de Esch (y también de Pasenow). En Esch se hace más patente la contradicción entre los posibles niveles de la narración: es decir aquellos que podemos considerar más cercanos a la “realidad” de aquellos pertenecientes a lo onírico o al terreno de lo que “no sucede”. Si en Pasenow pudimos tener dudas sobre si algunos pasajes “ocurren” o son imaginados, en Esch se introducen nuevos campos narrativos, entre los que destacan el viaje de Esch.
Así, ya cerca del final de la novela hay, entre misteriosas citas referentes al sueño, al deseo y al despertar, hay dos fragmentos en la que la narración se adentra en los territorios de los sonámbulos. En ellos, como despegado de la realidad, Esch realiza un viaje en tren al final del cual se enfrentará a Bertrand:
En el tren que se precipita rugiendo hacia la lejanía todo es futuro, porque a cada segundo corresponde ya otro lugar, y las gentes de los vagones están contentas, como si supieran que escaparán a la expiación. Aquellos que se han quedado en el andén hicieron un último intento, gritando y agitando pañuelos, para conmover las conciencias de los que huyen y hacerlos regresar a sus obligaciones (...)
(...) El hombre sedentario lanza sus pensamientos al mundo como si fueran viajantes seguros y hábiles en los negocios, y cree poder constreñir de esta manera el mundo a las dimensiones de su propia habitación y de su propio negocio.
Pero el hombre que en vez de enviar de viaje sus pensamientos se envía a sí mismo, ha perdido esta precipitada seguridad (...)
Es importante esta parte en que la narración se retuerce sobre sí misma convirtiéndose en otra cosa, pues es un preludio de lo que encontraremos en la tercera parte, sienta las bases de la teoría del sonambulismo y nos confirma que no es un proyecto divisible en partes, ni una novela simplemente descriptiva (con toda la complejidad que eso encierra). Los niveles literarios de Los sonámbulos son muchos y muy complicados. Esta obra de Broch no merece una relectura, sino un estudio a fondo... seguiremos con Huguenau o el realismo.
Bertrand es el personaje a través del cual, por oposición, se articulan los personajes de las dos novelas. Bertrand simboliza el éxito económico y social. Para Pasenow era un ejemplo a seguir y a destruir: Arrojando a su prometida en los brazos de Bertrand, (¿ocurre realmente?) Pasenow acelera su conversión en aquello que repudia. Para Esch simboliza el capitalismo que el socialismo debe derrocar; pero en su viaje “terrorista” Esch se pierde en las brumas oníricas de los sonámbulos.
En primer lugar ¿por qué “o el anarquismo”? Uno espera, a partir de ese título, una intriga que se mueva en el terreno de la descripción o la denuncia, sociopolítica de la época, 1903. Pero el único personaje con una marcada vocación sindicalista, el socialista Martín, es encarcelado al poco de iniciarse la novela y se convierte en una presencia invisible y poco influyente en la trama narrativa. Esch, por su parte, se enfrenta a un conflicto laboral en cierta medida elegido. No se trata de reivindicar su injusto despido al inicio de la novela, sino de comprobar su evolución y su voluntad de convertirse él a su vez en empresario. Bertrand, en esa pulsión oscilante que domina a Esch es, como en el caso de Pasenow, la figura a seguir como modelo y a destruir como amenaza.
Pero la verdadera pulsión que domina a Esch a lo largo de la novela es de índole más prosaica. Porque “o el anarquismo” puede ser una excusa narrativa circunstancial ceñida a la época que describe Broch, pero lo que motiva a Esch es satisfacer constantemente sus deseos sexuales. Sus visitas a bares atendidos por camareras y sus constantes escapadas los prostíbulos de las dos ciudades en las que se desarrolla la acción denotan un carácter hedonista del personaje que le impedirá tomar decisiones sentimentales. Sin embargo su vida “amorosa” se debate entre dos mujeres que nos son presentadas destacando su falta de encantos: A la señora Hentjen apenas se la describe pero su falta de atractivo sexual es evidente desde su aparición; de Erna Korn se nos dice que es una mujer avejentada. Y entre ellas la figura de Ilona, ayudante del malabarista que mostraba “su belleza al público” y nos es descrita con precisión destacando su hermosura, su sonrisa y sus seductores juegos sobre el escenario. Ilona es sin duda la mujer por la que Esch se siente atraído sexualmente, pero es, aparentemente ignorado por el protagonista. Ilona es quien motiva a Esch que hará todo por Ilona, pero sin Ilona, y que acabará seduciendo a las dos mujeres a las que, sin ningún reparo, desprecia abiertamente.
La contradicción es el argumento principal de Esch o la anarquía. En esta segunda parte Bertrand no es el mismo Bertrand de Pasenow, pero sigue siéndolo como símbolo de la contradicción de Esch (y también de Pasenow). En Esch se hace más patente la contradicción entre los posibles niveles de la narración: es decir aquellos que podemos considerar más cercanos a la “realidad” de aquellos pertenecientes a lo onírico o al terreno de lo que “no sucede”. Si en Pasenow pudimos tener dudas sobre si algunos pasajes “ocurren” o son imaginados, en Esch se introducen nuevos campos narrativos, entre los que destacan el viaje de Esch.
Así, ya cerca del final de la novela hay, entre misteriosas citas referentes al sueño, al deseo y al despertar, hay dos fragmentos en la que la narración se adentra en los territorios de los sonámbulos. En ellos, como despegado de la realidad, Esch realiza un viaje en tren al final del cual se enfrentará a Bertrand:
En el tren que se precipita rugiendo hacia la lejanía todo es futuro, porque a cada segundo corresponde ya otro lugar, y las gentes de los vagones están contentas, como si supieran que escaparán a la expiación. Aquellos que se han quedado en el andén hicieron un último intento, gritando y agitando pañuelos, para conmover las conciencias de los que huyen y hacerlos regresar a sus obligaciones (...)
(...) El hombre sedentario lanza sus pensamientos al mundo como si fueran viajantes seguros y hábiles en los negocios, y cree poder constreñir de esta manera el mundo a las dimensiones de su propia habitación y de su propio negocio.
Pero el hombre que en vez de enviar de viaje sus pensamientos se envía a sí mismo, ha perdido esta precipitada seguridad (...)
Es importante esta parte en que la narración se retuerce sobre sí misma convirtiéndose en otra cosa, pues es un preludio de lo que encontraremos en la tercera parte, sienta las bases de la teoría del sonambulismo y nos confirma que no es un proyecto divisible en partes, ni una novela simplemente descriptiva (con toda la complejidad que eso encierra). Los niveles literarios de Los sonámbulos son muchos y muy complicados. Esta obra de Broch no merece una relectura, sino un estudio a fondo... seguiremos con Huguenau o el realismo.
6 comentarios:
Sobre el concepto de anarquía en Broch, dice Claudio Magris (en El anillo de Clarisse) que según Broch "el arte moderno es de hecho heterogéneo e inorgánico, anarquía que refleja la anarquía, el gran estilo contemporáneo ha de asumir en sus formas esa condición caótica para ser fiel a la verdad; la verdad de la ausencia o de la ocultación del sentido, que aún así no implican jamás para Broch la renuncia a la exigencia y la búsqueda del sentido mismo".
Hay un punto en que sexo y anarquía coinciden casi centímetro a centímetro. Me parece que Broch intenta en este libro rondar ese lugar, desplegarlo en el texto. La idea de anarquía, sin embargo, es mucho más amplia que eso, y a pesar de que el libro no parece presentar mayores fisuras narrativas, como que la relación del título con el texto está debilitada.
Es cierto, sin duda todo se ilumina si abordamos el libro dentro del conjunto llamado "Los sonámbulos".
Buena entrada: abre el apetito.. pero confieso que aún no he abandonado el sueño, y la vigilia soñada de La Muerte de Virgilio. Pero puede ser, ahí está: los sonámbulos, sí, aquellos que leen sin entender, sin despejar el sueño de las páginas. Virgilio que sueña. Broch Soñante.
La edición de Alianza Aniversario parece corroborarlo: esa foto de Broch entre sueños; ¿o será porque ahora quiero dormir, y no soñar?
- perdona el comentario de zombie...
Hola, acabo de llegar a tu blog y no tien desperdicio. De repente encuntras unas pa´ginas digitales que muestran que las instrucciones de uso, la vida y la lucidez en la lectura. Un saludo, desde http://tropicodelamancha.blogspot.com
Debo confesar que la lectura de Huguenau me hace replantearme lo que he escrito sobre Esch... era un riesgo que asumí desde el principio... supongo que cuando termine la trilogía deberé volver a sus partes y replantearme lo que he dicho... por eso, más que nunca, vuestros comentarios son muy interesantes e ilustrativos, abriendo nuevas vías de interpretación... Hugueneu supone la atomización de la narración, tal vez el significado de la anarquía de Esch debamos buscarlo en valores literarios (clasicos en Pasenow, modernos en Esch) y la síntesis hegeliana que supone Huguenau... pero eso ya lo veremos más adelante.
Muchas gracias Bardamu, por el enlace y el comentario... es una alegría saber que desde las Mínimas, sigues pasándote por El lamento.
Sí, anarquía y sexo, Víctor... pero ya te digo que cada vez me alejo más de esa idea.
Malvisto... ya recuerdo que tengo pendiente La muerte de Virgilio... el año que viene sin falta...
Gracias, Tomás... anoto el enlace...
Muchas gracias por vuestros comentarios
Uh saludo
Sin duda un libro muy muy muy bueno; pero dudo que alguien pueda entender el alcance del libro, sin antes haber leído algo de oswald spengler.
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