2/2/07

Yôkai daisensô de Yoshiyuki Kuroda, 1968

El fantástico japonés, junto con el Anime y todo aquello que rodea al Manga, es uno de los géneros que suscita más entusiasmo en los espectadores occidentales. La “otredad” y la ruptura de los cánones occidentales son aspectos determinantes de ese éxito. El fantástico occidental está sujeto a ciertos rígidos esquemas casi invariables desde el origen del género, y desde nuestro punto de vista conocemos todos sus entresijos y trampas y posibles conclusiones. El desconocimiento de la tradición literaria japonesa, y en gran medida china, que influye en el cine fantástico japonés, al igual que ocurre con los relatos de los siglos XVIII y XIX que condicionan la tradición fantástica occidental, nos impiden apreciar en su totalidad los esquemas básicos del fantástico, dejándonos, como siempre, con la extrañeza que provoca lo que nos es ajeno.

Una importante diferencia consiste en las distintas visiones que del Infierno o de la supuesta “vida después de la muerte” tenemos las dos culturas. Por regla general el Infierno occidental es una parte del “más allá” que está destinada al castigo de las almas pecadoras. Sin embargo para los japoneses la imagen del Infierno es bastante parecida a la del Hades clásico, entendido más bien como casa de los muertos o lugar a donde van las almas, aunque eso no implica que las almas pecadoras no sufran atroces castigos. Si en principio, según el sintoismo, el Infierno no ocupa un lugar específico, el budismo por su parte lo asimila al Infierno cristiano, convirtiéndose en un lugar “físico” cuya entrada está en Izumo y donde Enma-Ho y su hermana reinan y juzgan las almas de los difuntos.
Esta conexión entre el Infierno y el mundo de los vivos tiene especial importancia en la narrativa fantástica ya que permite la interacción entre ambos mundos. Si Odiseo y Eneas descendieron al Hades, no debe parecernos menos sorprendentes que los fantasmas japoneses abandonen el Infierno para atemorizar a los vivos.
(Ese, por cierto, es el tema de Pulse, la, imagino, horripilante versión estadounidense de la decepcionante película de Kiyoshi Kurosawa)
La división que en occidente tenemos del destino de las almas en Cielo e Infierno, implica, a parte de un criterio premio-castigo con el juicio moral que eso supone, una visión maniqueísta de la vida. Es posible que esta división bueno-malo, a causa de la raíz sintoista de las tradiciones japonesas, no sea tan estricta, de modo que los “monstruos”, los fantasmas o los seres infernales carecen de una esencia estrictamente mala. La división Ángel-Demonio no es tan clara en la cultura japonesa.
En el grupo de los seres infernales cabe destacar a los Oni, ogros, los Gaki, fantasmas hambrientos y Shura, espíritus enfurecidos. Pero son los Obake, o Bakemono, los fantasmas japoneses cuya principal esencia es la transformación, los más importantes literaria y cinematográficamente. Entre ellos cabe destacar a los Yurei, almas en pena como la que aparece en Ugetsu Monogatari, de Mizoguchi y aquellas que son la base de las películas de Hideo Nakata (Ringu, Dark Water)
También son especialmente destacables los Yokai seres monstruosos con poderes particulares que van desde espíritus del agua hasta fantasmas sin rostro. No es cuestión aquí de enumerar las características y los poderes de cada uno de ellos, simplemente decir que desde nuestra perspectiva occidental la mayoría de estos monstruos japoneses, tal vez por su ambigua esencia que excluye una maldad tajante, son de una ingenuidad entrañable.

Yôkai daisensô dirigida por Yoshiyuki Kuroda en 1968 y que en 2005 será objeto de un remake por parte de Takashi Miike es un ejemplo destacable del cine de monstruos fantasmales.
Distribuida internacionalmente como Yokai Monsters: Spook Warfare en la película se narra el enfrentamiento de los monstruos japoneses con una ancestral deidad que unos saqueadores de tumbas despiertan en unas ruinas de Babilonia (sic) y que tras eliminarlos se dirige volando hasta Japón donde matará al señor de una casa y adoptará su apariencia, comportándose de forma despótica y sádica con los sirvientes y la familia. Sólo Kappa, el ser verdoso que habita el estanque de la casa, se dará cuenta de la suplantación y avisará a los otros monstruos que habitan en un pantano cercano para, juntos, expulsar al invasor.
Los monstruos están representados por actores embutidos en trajes de goma con lo que se consigue que la apariencia de éstos sea similar a la que les dieron los artistas que los representaron en grabados y pinturas antiguas. De esta manera los Yokai se muestran con su aspecto tradicional que para un espectador occidental sin referentes resultan chocantes e incluso hilarantes: Niños sin rostro, paraguas con pie, mujeres con cuello telescópico, hombres con enormes cabezas... aquello que Nakata puede convertir en inquietante se convierte en Yôkai daisensô en motivo de risa.



Conociéndole, no estoy muy seguro de que Miike siga esa senda, ya que Yôkai daisensô se entiende como un cuento para niños en el que el director de la primera versión, Kuroda, introdujo cierto mensaje nacionalista con la victoria de la tradición japonesa sobre la occidental. La marcha triunfal de los monstruos tras la eliminación del ser de Babilonia al grito de “los fantasmas japoneses vencen” nos indica un sentimiento reivindicativo de la cultura japonesa enfrentada a la invasión cinematográfica occidental.
Estábamos en 1968.
¿Qué habrá hecho Miike en el 2006?

3 comentarios:

Sergi Bellver dijo...

Portnoy, perdona la tangente, pero era por consultar una duda o echar una mano (aún no lo sé). En la especie de "zapping" que he hecho en mi nueva versión de las "alas", he colocado un enlace concreto a tu entrada sobre Bolaño y Carnet de baile (una de las que más me han gustado). Sin embargo, cuando se accede al vínculo (y ya lo he comprobado en tres lugares distintos, se repite) el texto principal se corta exactamente a la altura de tu barra lateral, lo que debe ser una incompatibilidad en el diseño o la plantilla, imagino.

En fin, sólo para que otros no se pierdan un trozo del pastel si acceden.

Te sigo, aunque comente poco (por no estar a la altura de los demás tertulianos sobre ciertos temas).

Un abrazo.

J.Álvarez dijo...

Yo he visto la de Miike, aunque la otra no, y me pareció un cuento infantil muy divertido (algo descabellado, jeeeje) y muy bueno, sin las idas de olla típicas del peligroso cineasta nipón. La recomiendo! :)

Ah! T doy mi voto d hoy en los Premios 20blogs. Hasta pronto!

Portnoy dijo...

¿Recomiendas la de Miike? Entonces buscaremos un hueco para verla también... lo que más sorprende de Miike es su versatilidad y su imprevisibilidad.
Gracias por el voto... a ver si así te pillo.
Sergi, yo no he notado ningún problema en el enlace. Gracias por preocuparte.
salud, compañeros.