Y el caso es que esta, me atreveré a llamarla, “novela” de Fresán nada tiene que ver ni con la realidad, la base de la memoria, ni con la literatura, el fruto de la memoria; La velocidad de las cosas bebe fuertemente de esas dos fuentes, pues son las fuentes de todo escritor, pero explora el terreno impreciso de la metaliteratura.
Y lo hace de forma continua: desde su primera edición en 1998, el contenido de La velocidad de las cosas ha ido creciendo.
Relatos de la primera edición:
Apuntes para una teoría del lector
Pruebas irrefutables de vida inteligente en otros planetas
Señales captadas en el corazón de una fiesta
Ultima visita al cementerio de los elefantes
Monólogo para el hijo de puta con ballenas y hermanitas fantasma
Pequeño manual de etiqueta funeraria
Postales escritas en el país de los hoteles
Chivas Gonsalves Chivas, o el fino arte de escribir necrológicas
Apuntes para una teoría del escritor
Relatos añadidos en la “Edición aumentada y corregida por el autor”(2002):
Sin título. Nuevas disquisiciones sobre la vocación literaria
Apuntes para una teoría del cuento
Los amantes del arte: una memoir amnésica
La chica que cayó en la piscina aquella noche
Relatos añadidos en la edición de 2006:
Historia con monstruos
Respecto a los textos añadidos en la edición de 2002 Fresán dice:
Los cuatro están claramente contaminados por el influjo de un tema que se negaba a abandonarme y cuya sombra se proyectó sobre la sombra de Mantra, mi siguiente novela. En este sentido –descubro ahora, me gusta pensar que es así-, mientras Mantra relata el modo en que los muertos contemplan a los vivos, La velocidad de las cosas se ocupa de la manera en que los vivos intuyen a los muertos
(R. Fresán; Nota a la edición 2002)
También justifica la adición de Historia con monstruos en 2006 diciendo que “por tema y tono y forma y deformidad, no pude sino haber surgido del mismo movimiento en suspenso y en trance que maraca a La velocidad de las cosas” (R, Fresán; Nota a la edición de 2006)
El tema recurrente que según Fresán es el motor de La velocidad de las cosas, “la manera en que los vivos intuyen a los muertos”, apela de forma clara a las ausencias, tanto la ausencia de seres humanos como de lugares y hechos históricos, una ausencia pues de un pasado real. Por otra parte la conexión entre todos los relatos del libro, dejando aparte que esos hilos que unen no sean concluyentes o queden en ocasiones narrativamente sueltos, le dan a éste una apariencia de conjunto que hacen de La velocidad de las cosas una especie de experimento muy interesante literariamente: Si la narrativa moderna debe ser otra cosa, La velocidad de las cosas apunta en la dirección en la que esta narrativa debe desarrollarse; una especie de narración laberíntica que se retuerce sobre sí misma, que hacen de la escritura, del acto de escribir, parte fundamental de la narración, construido a base de fragmentos independientes pero tan enlazados a otros fragmentos que su lectura individual ofrece tan sólo una visión sesgada del conjunto.
Sin embargo, a pesar de la expectación que crea en el lector el interesantísimo entramado narrativo que plantea Fresán ( o quizás a causa de esa expectación) La velocidad de las cosas no acaba de convertirse en la obra más que destacable que podría haber sido. Y esa conversión no ocurre debido principalmente a la monocorde voz que domina la narración. El efecto de las múltiples focalizaciones narrativas de La velocidad de las cosas queda ahogado bajo la redundante primera persona que dirige indistinguible todos los relatos. El narrador, que no es un narrador único, que cambia en cada relato, dispersa tanto la narración abriendo tantos caminos de posibilidades, que mediada la novela comprendemos que no van a ser desarrollados, que en algunos momentos se hace espesa y farragosa. Es en ese punto de inflexión, el largo relato que es el centro de la novela, Monólogo para el hijo de puta con ballenas y hermanitas fantasma, donde los caminos deberían empezar a cerrarse sobre sí mismos, no porque como lectores necesitemos una conclusión satisfactoria para cada uno de los caminos abiertos, sino porque al no cerrarse comprendemos que todavía queda un largo camino de innecesarias repeticiones, que, finalmente, La velocidad de las cosas se va a convertir después del relato central en un inmenso mantra, compuesto de aforismos y repeticiones, de efectos adversos para el lector.
Pero sería injusto concluir diciendo que La velocidad de las cosas es una obra tediosa: sus posibilidades narrativas son tantas que sería innoble despacharla tan abruptamente. Hay grandes momentos en La velocidad de las cosas y lo que Fresán promete hace de él un autor a tener muy en cuenta.
La última frase es una tontería tan grande como la siguiente que pienso decir. Me voy a atrever a proponer una guía para leer La velocidad de las cosas:
1.- Léase La velocidad de las cosas
2.-Reléase La velocidad de las cosas. Con calma. Un relato cada semana.
3.-Anótese todos aquellos fragmentos que llamen a otros relatos de La velocidad de las cosas
4.- Trácese un mapa que vaya de Canciones Tristes (¿por qué pienso que está en la Patagonia?) hasta Sad Songs, Iowa, que incluya todos los hoteles y los puertos.
5.- Incluya en el mapa las piscinas y las películas, los fantasmas de los autores reales y de los imaginarios.
6.- Sobre el mapa, en el firmamento, ubique la estrella alrededor de la cual orbita Urkh 24
7.-Observe el mapa, dóblelo, compruebe las coincidencias de los dobleces.
8.- Lea otras novelas de Fresán.
P.S: y 9.- Léase la entrevista de j. a Fresán
18 comentarios:
Sí. Esa primera persona fresaniana no cambia aunque cambien los personajes. Eso perturba un poco la sensación de multiplicidad. Unifica algo que tal vez no debería estar unificado.
Yo también me imagino Canciones Tristes en La Patagonia. Me la imagino como los sitios que muestran en Historias Mínimas.
(Enlace desde la entrevista agregado. Gracias, Portnoy.)
Gracias a tí, j.
(y ahora llamemos al Señor Lobo)
:-)
Por un momento temí que la edición que compré el otro día, antes de leer este artículo, no incluyera el relato del 2006. Voy por ella y compruebo que es la última edición. Respiro. Magnífica entrada, Portnoy. Sólo aumenta mi expectación por leer el libro.
Es cierto, esa voz en situación de Fresán queriendo la multiplicidad en lo monocorde. Tal vez sea una limitación estilística o conceptual a la hora de abordar su proyecto, pero esa inmanescencia que es la Muerte se ve potenciada por esa única voz. Para mí, esa limitación, mejora el texto, porque es como una metempsicosis, una transmigración por cada personaje sin dejar de ser nosotros mismos. Como una posesión del lector/autor (el lector que escribe) que nos pega a la impresión de la muerte cercana. "La velocidad" me parece un libro sincero, aunque imperfecto (en parte por las derivaciones un tanto forzadas al querer ser "ingenioso"), una percepción de las orillas de la muerte que tal vez no se encuentran en otros libros de Fresán (casi un existencialismo grungie). "Mantra", por el contrario, me parece una "chantada", un ejercicio florido para cumplir una premisa de taller literario (escribir sobre una ciudad y su imaginario cultural.) Mi parte preferida en "Velocidad" es "Señales captadas en el corazón de una fiesta", porque nada registra mejor esa sensación de finitud e inminencia que un fin de fiesta.
Me parece que Fresán ha perdido un poco el camino al propender a lo complejo, al barroco argumental que termina por caer en la afectación o lo inverosímil. Sigo esperando buenas cosas de él. Veremos.
Disparador tu post, Portnoy, como siempre (¿desde qué país escribís? No encuentro el perfil.)
Un abrazo.-
Una cosa, Soler, tu que parece que conoces mejor que yo la obra de Fresán, ¿es "La velocidad" su mejor novela? Lo digo porque Barrie y Peter Pan me dan un poco de grima y tenía pensado, para cuando sea posible, continuar con Fresán leyendo Mantra, pero al parecer no lo recomiendas.
Y es curioso, reconocemos imperfecciones en la "novela" de Fresán, pero mantenemos una especie de esperanza, ¿no es cierto?
Tal vez es que no hay demasiadas cosas contemporaneas que sean mínimamente interesantes... no sé.
M.A. Muñoz, espero que, a pesar de nuestros reparos, tu expectación no se vea decepcionada.
Un saludo y gracias por vuestros comentarios.
Yo recomiendo leer Jardines de Kensington como un interludio entre LV-D-LC y Mantra. Me parece una novela más "acabada".
Aunque Mantra también me gusta mucho. A nivel de "ejercicio fallido", yo la equipararía con LVDLC.
Realmente, medité si valía la pena comprar "Kensington" cuando salió. Las críticas que leí no eran muy auspiciosas, en el sentido de que detectaban esa tendencia que describí. Es como si estuviese produciendo "productos sintéticos". Son tan vistozos como "un buen par", pero al contacto de la mano dan cierta sensación de frialdad, de cosa artificial y engañosa. Tal vez estoy siendo muy severo. Para mí, que estoy en Argentina, me pareció caro y me da bronca, porque uno arriesga sabiendo que no va a ser lo mejor de Fresán. Sin embargo, vos que tal vez estás en España, podés comprartelo con menos dolor, y te recomedaría que sea "Kensington", que es después de todo, su último libro (comparto con vos que el "tema" central tampoco me atrae.)
Está también la nouvelle "Esperanto" (en Tusquets), pero no me parece gran cosa, a pesar de su declarada perfección estructural. Los cuentos de "Historia Argentina" son mucho mejores, especialmente "El aprendiz de Brujo", pero tal vez ya los leíste.
Sobre la producción contemporánea, es todo un tema. . .
Suerte, Portnoy.
"La velocidad de las cosas" parece que me pida ser leída, la tengo ahí en mi lista de pendientes. Por lo que me dicen es muchísimo mejor leer Mantra aunque otros dicen que Jardines de Kensington es su mejor novela.
Yo dentro de poco me inicio.
¡Un saludo!
PD: De momento solo he leído varios cuentos de él, uno incluido en McOndo, otro incluido en "Historia Argentina",etc...
Gracias por vuestras recomendaciones, j. Soler, aunque de momento tengo demasiadas cosas pendientes... pero en el caso de volver a Fresán recordaré vuestros consejos... aseguradme al menos que Kensington no tiene ese componente baboso que aparece siempre que se habla de Barrie y de Pan.
Alvy, ya tardas... el Plan no espera.
Vaya, voy a esperar a ver si esta edición la traen aqui a Santo Domingo, o si no , espero unos meses, para pedirla en Amazon.
Empecé leyendo a Mantra y de ahí a los Jardines.
Te aseguro que no es nada baboso y que vale la pena, y que a medida que pasan los años escribe mucho mejor.
Gracias Frank, pero no me refería a si Fresán se ponía baboso, me refería al tema de que trata Jardines de Kensington, Barrie y los niños que le inspiraron Peter Pan... el cual es un tema como para cogerlo con pinzas (y me refiero sobre todo a la película esa protagonizada por Johnny Depp)
Pero imagino que el punto de vista de Fresán será otro.
Gracias por tu comentario.
Sin dudarlo Portnoy pero es que mi lista es tan variada que no sé qué leer primero aunque ahora sigo con Cheever, a diario me deslumbra y no parece tener ningún parangón.
Ah si, "Finding Neverland" es para un amante de Peter Pan como yo una novela desechable. Y es curioso pero los "Jardines de Kensington" no me llaman ni la mitad que Mantra.
PD: Quería decir película. Insoportable tostón de Marc Foster.
Bueno, Fresán sí habla de eso, habla de como esos niños se suicidaron uno tras otro, por ejemplo. Yo diría que Fresán se encarga de los complementos macabros de la historia babosa. Es una aproximación muy hábil, en mi opinión. Yo no le tenía esperanzas y a los quince minutos de leer estaba absolutamente enganchado.
Fresán hace esas cosas...
De acuerdo,j., si se me presenta la oportunidad me lanzaré a Kensington olvidando mis reticencias.
Mantengo Mantra en la lista, Alvy.
Un saludo
Estoy a mitad de la lectura de este libro de Fresán y me está encantando. No veo objeción alguna en la narración en primera persona del singular. Todo lo contrario, es como si el narrador escribiera desde diferentes esquinas de su ojo. Un solo ojo con múltiples miradas que tornan al narrador en infinitos heterónimos. O un ojo como "un tapiz (plagio ahora palabras de Vila-Matas) que se dispara en múltiples direcciones."
Gracias, Javier. Busqué referencias sobre el libro en la Red y me tropecé con la tuya.
Un abrazo.
Portnoy
Creo que me pasa algo contrario de lo que te ocurrió a ti con la lectura de Fresán: yo comencé con Jardines de Kensington y me pareció un texto que fácilmente se puede llamar novela. Leo tu escrito sobre la velocidad de las cosas y pienso que tal vez tuve la suerte de comenzar a leer a este escritor argentino por su obra más sólida, y que luego vienen las decepciones. Imagino también que este comentario te llega tarde y que seugro ya debes tener un conocimiento mayor de Fresán. Yo acabo de leerlo y le hice una pequeña reseña en mi blog. Saludos
Publicar un comentario