No cabe duda de que Beckett tuvo su ocasión y su oportunidad en la desolada Europa de posguerra, que fue la que le descubrió y ensalzó. Pero eso en realidad es perfectamente incidental, es algo completamente casual. Su mundo mental podía encajar con aquello, pero era anterior a todo aquello. ¿Y hoy? Está su teatro, que leído puede coger desprevenido al lector, pero que bien montado es algo formidable, un juego que se tiene en pie y emociona. Está su prosa. La trilogía Molloy, Malone muere y El Innombrable (los textos con los que se asedió a sí mismo en su apartamento de París en la segunda mitad de los cuarenta y que lo convirtieron en un escritor famoso) son ejemplos formidables de literatura de monólogo, con una mezcla de comicidad, sordidez y quieta desesperación que fascina y conmueve. Todavía tenemos oído para eso, pero no es una música fácil. Sus prosas posteriores parecen el producto de una alambicada labor literaria. Es como si hubieran sido arrancadas a la duda de si hay algo más que valga la pena de ser dicho. Exigen un esfuerzo que ofrece recompensas a los valientes que lo intentan, pero la recompensa nada tiene que ver con la diversión y la amenidad. ¿A qué tipo de lectores interesa hoy Beckett? A veces me siento tentado a responder que Beckett en realidad sólo interesa a los lectores que quieren ser escritores. De ser así, ello no supondría ninguna merma de valor ni para él ni para sus lectores. Se puede leer a Beckett para desentrañar algo parecido a la duda moral radical de la escritura (¿para qué escribir?, ¿por qué escribir?) sin necesidad de traicionarse con alguna respuesta concreta que vaya más allá de la lección beckettiana.
Jordi Ibáñez Fanés; Babelia: A pie de página
4 comentarios:
Test.
test2
Genial
no es poco ser un estímulo para otros. recuerdo que borges mencionó, lamentándose, tener varios seguidores de su estilo pero no de su contenido. tal vez beckett sufre la misma suerte, no conozco el tema. pero también hay un fondo en ambos, un fondo, no un contenido, algo así como la colorada del despoblador, un fondo siempre dispuesto a los otros. algo para agradecer.
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