Todas las relaciones de propiedad han sufrido constantes cambios históricos, continuas transformaciones históricas.
La revolución francesa, por ejemplo, abolió la propiedad feudal en provecho de la propiedad burguesa.
El rasgo distintivo del comunismo no es la abolición de la propiedad en general, sino la abolición de la propiedad burguesa.
Pero la propiedad privada burguesa moderna es la última y más acabada expresión del modo de producción y de apropiación de lo producido basado en los antagonismos de clase, en la explotación de los unos por los otros.
En este sentido los comunistas pueden resumir su teoría en esta fórmula única: abolición de la propiedad privada.
Se nos ha reprochado a los comunistas el querer abolir la propiedad personalmente adquirida, fruto del trabajo propio, esa propiedad que forma la base de toda libertad, actividad e independencia individual.
¡La propiedad adquirida, fruto del trabajo, del esfuerzo personal! ¿Os referís acaso a la propiedad del pequeño burgués, del pequeño labrador, esa forma de propiedad que ha precedido a la propiedad burguesa? No tenemos que abolirla: el progreso de la industria la ha abolido y está aboliéndola a diario.
¿O tal vez os referís a la propiedad privada burguesa moderna?
¿Es que el trabajo asalariado, el trabajo del proletario, crea propiedad para el proletario? De ninguna manera. Lo que crea es capital, es decir, la propiedad que explota al trabajo asalariado y que no puede acrecentarse sino a condición de producir nuevo trabajo asalariado, para volver a explotarlo. En su forma actual, la propiedad se mueve en el antagonismo entre el capital y el trabajo asalariado.
Examinemos los dos términos de este antagonismo.
Ser capitalista significa ocupar, no sólo una posición puramente personal en la producción, sino también una posición social. El capital es un producto colectivo; no puede ser puesto en movimiento sino por la actividad conjunta de muchos miembros de la sociedad y, en última instancia sólo por la actividad conjunta de todos los miembros de la sociedad.
El capital no es, pues, una fuerza personal; es una fuerza social.
En consecuencia, si el capital es transformado en propiedad colectiva, perteneciente a todos los miembros de la sociedad, no es la propiedad personal la que se transforma en propiedad social. Sólo cambia el carácter social de la propiedad. Esta pierde su carácter de clase.
Examinemos el trabajo asalariado.
El precio medio del trabajo asalariado es el mínimo del salario, es decir, la suma de los medios de subsistencia indispensables al obrero para conservar sus vida como tal obrero. Por consiguiente, lo que el obrero asalariado se apropia por su actividad es estrictamente lo que necesita para la mera reproducción de su vida. No queremos de ninguna manera abolir esta apropiación personal de los productos del trabajo, indispensables para la mera reproducción de la vida humana, esa apropiación, que no deja ningún beneficio líquido que pueda dar un poder sobre el trabajo de otro. Lo que queremos suprimir es el carácter miserable de esa apropiación, que hace que el obrero no viva sino para acrecentar el capital y tan sólo en la medida en que el interés de la clase dominante exige que viva.
Karl Marx, El capital.
La primera propuesta es la más sencilla de todas: “La revolución francesa y su relación con la elección de marca de coche”.
Si la Revolución Francesa de 1789, fue el preludio de la Comuna de Paris, y ésta de la Revolución Proletaria Comunista de Rusia, y teniendo en cuenta los resultados nefastos de todas estas revueltas (nefastos por el empleo efectuado de las mejoras alcanzadas) deberíamos concluir que la Lucha de Clases no ha terminado.
Pero estamos adormecidos, el Capital nos adormece y os hace creer que hay justicia, igualdad y libertad para todos.
Todo ser humano dependiente de un salario cree que es posible, en nuestra capitalista sociedad consumista, adquirir cualquier cosa a cambio de empeñar su capacidad de efectuar un trabajo asalariado.
Por eso, cada coche, cada casa, cada prenda que vestimos dice mucho sobre nuestra persona: Quienes poseen sin misericordia, quienes viven alienados, quienes son conscientes de que la lucha de clases no ha terminado.
Deberíamos reconsiderar si la pregunta de Marx tiene sentido en la actualidad:
¿Es que el trabajo asalariado, el trabajo del proletario, crea propiedad para el proletario?
¿Es así? ¿Crea realmente propiedad o simplemente una ficción de propiedad?
“Estamos durmiendo sobre un volcán... ¿No se dan ustedes cuenta de que la tierra tiembla de nuevo? Sopla un viento revolucionario, y la tempestad se ve ya en el horizonte”
Alexis de Tocqueville.
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