Sartor Resartus, el sastre sastreado o
el sastre remendado. Todo, desde el título, en esta novela debe ser
explicado. Por ejemplo, sobre qué trata. Digamos, por ser fiel a la
primera lectura del texto, que se trata de una especie de hagiografía
por parte de un editor de la vida y obra del Profesor de Ciencia de
las Cosas en General, Diogenes Teufelsdröckh (Hijodedios
Estiercoldeldiablo) de la Universidad de Weissnichtwo (Nosesabedónde)
en Alemania, autor de una enciclopédica Filosofía del Vestido.
Será a través de fragmentos de esa
obra, titulada El vestido, su origen e influencia, y de textos
encontrados dentro de seis bolsas de papel, con títulos referentes a
constelaciones del zodiaco, remitidas al editor por el mejor amigo de
Teufelsdröckh, Herr Hofrath Heuschrecke (Señor Consejero
Saltamontes) como conoceremos la vida (o lo que el propio
Teufelsdröckh ha escrito sobre ella) y parte de su obra.
En estas condiciones no es difícil
deducir que nos encontramos ante una sátira.
Pero también ante una obra exuberante
y desproporcionada cuya importancia en la literatura del siglo XX no
ha estado lo suficientemente reconocida.
En primer lugar, creo, porque la misma
esencia de la sátira, que no se refiere únicamente al tema tratado,
sino que es un compendio crítico del siglo XIX y sus usos sociales y
literarios, le confina al territorio de lo “poco serio” por los
“gestores del canon”. Además en la época de su publicación no
fue entendido ni por editores, ni libreros, ni críticos, como se
recoge en el apéndice al final del texto. Solo Ralph Waldo Emerson
parece que captó la grandeza del texto y sus implicaciones
narrativas.
En segundo lugar la crítica que
desarrolla Carlyle no se limita únicamente al absurdo de intentar
explicar el mundo a través de la evolución del vestido. Es en los
textos rescatados de Teufelsdröckh donde el autor demuestra sus
verdaderas intenciones. En realidad ante lo que nos encontramos es
ante una parodia de la narrativa romántica. No en vano se inicia con
una cita de Goethe.
El espíritu de Goethe, de Sterne, de
Milton sobrevuela toda la novela. Pero también es una crítica a
toda la tradición narrativa de su época. Lo que hace Carlyle, a
través de Teufelsdröckh, es mostrar los defectos de esas novelas
grandilocuentes a través de una elaborada pedantería farragosa, en
las que, por ejemplo, las emociones sentimentales son descritas a
través de los paisajes en los que se producen, descripciones
delirantes y excesivas que nada dicen en el fondo sobre la condición
humana.
Y aunque Teufelsdröckh emplea el
recurso de los paisajes hablando de los acontecimientos de su vida
dice después:
Poco antes de que se erradicase la viruela—dice el profesor— apareció en Europa una nueva enfermedad de carácter espiritual: me refiero a la epidemia, hoy endémica de los coleccionistas de paisajes. Los Poetas de la antigüedad, poseedores como eran de unos Sentidos privilegiados, también habían disfrutado de la Naturaleza exterior, pero siempre tal como nosotros disfrutamos de la copa de cristal que contiene un buen o mal licor, es decir, en silencio o con un breve comentario incidental, nunca, que yo sepa, hasta después de Los sufrimientos de Werther, hubo nadie que dijera “¡Vamos, hagamos una descripción! ¡Consumido el licor, comámonos la copa!”
Y es en ese sentido donde la novela
muestra su aspecto más complicado que la ha relegado a un segundo
plano en la historia de la Literatura. Porque los discursos
desaforados, desmedidos y casi mesiánicos tanto del Editor como del
Profesor (ahí lamento yo que no exista mayor diferenciación entre
el estilo de ambos) hacen que la lectura sea en ocasiones muy
complicada. Y esto es algo deliberado. No tan solo los discursos son
grandilocuentes, sino que ellos mismos, bañados en cierto non-sense,
se contradicen a sí mismos en un pantagruelico festín narrativo.
O, por hablar sin metáforas—un modo de expresión que por desgracia nos ha contagiado en parte Teufelsdröckh —¿puede ocultársele al editor que muchos lectores británicos se sientan al leer la Obra más ofuscados y afligidos que ilustrados por ella? Sí, hace tiempo que muchos lectores británicos se preguntan con una especie de gruñido: “¿Adonde conduce todo esto o de qué sirve?”
La Obra se muestra en todo su esplendor
y se contradice a sí misma. Se presenta como una gran Obra
filosófica, digna del gran Profesor de la Ciencia de las Cosas en
General, pero al mismo tiempo se contradice a sí misma, criticando
todo aquello que dice. Porque la intención es mostrar a través de
los discursos del Editor y el Profesor la inanidad de los mismos. La
misma vida de Teufelsdröckh, rescatada a través de textos
autobiográficos de dudosa veracidad, resulta tan risible, o más
bien “normal”, cuanto más trascendente o trágica intentan
mostrárnosla ambos narradores.
Es, como se dice en la novela, una
Biografía poético-filosófica que ha de leerse de manera
poético-filosófica.
Por eso, como dice el pasaje al que
continúa el texto citado anterior, si el lector vislumbra en la
Obra, aunque sea por un solo momento la Tierra de los Sueños y la
Región de lo Maravilloso (“hasta tus mantas y calzones son
Milagros”), deberá sentir gratitud por el Profesor.
Y así dejamos cumplida cuenta de
nuestra deuda con el autor:
Muchas gracias, Thomas Carlyle.
No hay comentarios:
Publicar un comentario