Esta es una historia volátil.
Korin, un archivero de una ciudad de
provincias húngara descubre una carpeta que contiene un manuscrito
que considera tan importante literariamente que decide robarlo,
vender todas su propiedades y marchar con él a Nueva York, el centro
del mundo según Korin, para transcribirlo, armado con su ingenuidad
y su verborrea. Allí, en un mezquino apartamento, contará a una
mujer que no entiende ni una sola palabra de húngaro, la novela sin
inicio y sin final, cuya transcripción por Korin es lanzada
diariamente a internet. que presenta a cuatro hombres cuyo relato se
desplaza a través de distintas épocas de la historia, que huyen sin
saber bien de qué para caer siempre de lleno en catástrofes y
guerras.
Una historia volátil precisa un
narrador omnisciente.
Pero toda historia es ficción, por
tanto falsa.
Que se convierta en algo
abrumadoramente real (sin comillas) depende del talento del autor y
de su voz omnisciente. Krasznahorkai derrocha talento.
“Los dos capítulos, dijo Korin, el continuo realce de la figura de Kasser, el uso exagerado y desmesurado de los instrumentos de la repetición y profundización en las partes cuarta y quinta, ya deberían haberlo orientado en la primera lectura respecto a las verdaderas intenciones del autor y a la auténtica esencia del manuscrito, pero su mente obtusa, enferma y en absoluto preparada no comprendió nada, nada de nada hasta los últimos días, el origen inexplicable y nebuloso del texto, la fuerza poética de su irradiación, el hecho de dar la espalda decididamente a las tradiciones utilizadas en este tipo de literatura, lo ensordecieron y lo enceguecieron, es más, lo destruyeron, como si le hubieran disparado con un cañón, cannon, desde una distancia corta, aunque, a decir verdad, dijo meneando la cabeza, la explicación estaba allí todo el tiempo delante de sus narices, se veía con claridad, es más, la veía y la admiraba, pero no entendía lo que veía y admiraba, es decir, al manuscrito sólo le interesaba, de hecho, una cosa, circunscribir la realidad hasta la locura, burilar en la imaginación una situación dada con detallismo delirante y repeticiones maniáticas (...)”
Por un momento parece que Krasznahorkai
describe la novela que tenemos en nuestras manos cuando se refiere al
manuscrito encontrado por Korin. Sin embargo, nosotros, lectores,
permanecemos en silencio mientras Korin continua desgranando
incansable su monólogo. No somos Korin, pero de alguna manera
podemos dejarnos llevar por su entusiasmo por el manuscrito y
volcarlo sobre la propia novela (que contiene el manuscrito, el
discurso koriniano y la misma novela de Krasznahorkai) Pero, ¿seremos
capaces de ver la explicación, que está ahí, delante de nuestras
narices? ¿la vemos y la admiramos sin entender que la vemos y la
admiramos?
Guerra y guerra es una novela compleja
no tan solo por el estilo de Krasznahorkai (“uso exagerado y
desmesurado de los instrumentos de la repetición y profundización”,
párrafos extensos...) sino porque en ella se solapan distintos
planos narrativos, no tan solo los que encierra el manuscrito anónimo
ni los discursos de Korin (recordemos, en húngaro en el original,
una lengua muerta para el propio Korin (“Hungarian no exist, se
extinguieron, they died out”)) también los que el propio autor
añade a la de ya por sí interesante historia del manuscrito. El
final de la historia posiblemente abra un nuevo plano desconocido
hasta ese momento. El manuscrito que encuentra Korin carece de
principio y de final, de alguna manera como el compendio de relatos
que conforman Y Seiobo descendió a la Tierra, que toman la forma de
términos de una sucesión infinita (y que proviene del infinito
negativo, aspecto que en ocasiones no se tiene en cuenta) sin
embargo, Korin sabe que la legibilidad precisa un inicio y un final,
de modo que él es consciente, y está agradecido por ello, que debe
adoptar el papel que le ha sido otorgado para constituir los límites
de un relato al que se ha entregado fascinado. Y ahí nos preguntamos
si la omnisciencia del narrador no está sujeto también a
condiciones que no se le imponen desde fuera del relato, digamos que
desde el papel demiúrgico del autor, sino por la misma actitud de
Korin, personaje, y que nosotros, lectores, asistimos fascinados a
los condicionamientos de una narración supeditada a la determinación
de un personaje al que habíamos subestimado.
Sea como sea. Cada lector debe
encontrar esa explicación que está delante de sus narices.
¿Qué digo ahora? ¿Qué es una gran
novela? Ya me conocéis. Me ha parecido fascinante. En pocos meses en
mi particular (subjetivo) baremo, he pasado de conocer a
Krasznahorkai por su trabajo de guionista en películas de Bela Tarr
a considerarlo uno de los más importantes narradores contemporáneos.
Citas de la traducción de Adan Kovacsics para Acantilado.
3 comentarios:
Beckett + Bernhard. Nada puede salir mal.
Seguro que no.
Esta novela me obsesionó por un tiempo. Recuerdo haberle enviado una carta al editor de Krasznahorkai para pedir datos sobre la página web de Korin. En español y en inglés. Hace poco le hablé a un amigo de este libro y me preguntó de qué trataba. "Del fin del mundo", le contesté después de un momento. "En una forma sutil, claro. Un desmoronamiento".
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