22/6/11

Wendolin Kramer, de Laura Fernández

Creo que a Laura le gustará que esta reseña se sitúe entre una sobre Pynchon y otra sobre Stephen King. Si esta observación no parece suficiente, diré que conozco a la autora por lo que, siguiendo una premisa muchas veces no admitida, este post puede ser observado con suspicacia.
Cómo sea. Advertidos estáis.

Wendolin Kramer; Una historia de superhéroes, supervillanos y un chucho deprimido, es una de las novelas más divertidas que he leído últimamente. Y no se trata de que sea una juerga continua, no. El poso de desesperanza que subyace a toda la narración hace que reflexionemos sobre nuestra prosaica vida cotidiana.
Vayamos por partes.



Peter Parker es un blando (…) porque todos los superhéroes tienen problemas y ninguno se queja - decía Wen¬ -. Todos se aguantan menos él. Es un quejica

Esa podría ser la tesis central de la novela que mueve a los personajes. Porque, de acuerdo, asumimos que un gran poder conlleva una gran responsabilidad. Y ahí está el quejica de Spiderman. Lo que Peter Parker olvida, lo que nunca nos cuentan en los comics ni en las películas, es que la ausencia de poder también implica una gran responsabilidad. En un mundo sin superhéroes los supervillanos no necesitan poderes especiales para campar a sus anchas. Y ahí entramos nosotros: Sin traje ni capa (bueno, la mayoría sin ellos) ni poderes de superhéroe pero con la responsabilidad de detener a los malvados. De ahí la gran pesadumbre de la protagonista de la novela, Wendolin Kramer: es una persona débil sin aptitudes especiales para enfrentarse a las artimañas del Mal, pero con el cometido de desafiar y derrotar a ese Mal. Es casi una obligación moral que todos deberíamos compartir. Y esa dicotomía, la de sentirse una superheroina y no serlo, es la que aflige a Wendolin Kramer.
Lo que Laura Fernández nos plantea es una visión ácida de la realidad mediante un gran sentido del humor y afronta el reto de contar una historia que mezcla la cotidianidad de una insulsa realidad a través de las normas de los relatos de superhéroes.
Así pues, al entramado superheroico Marvel-DC, se suma la referencia a autores tan oscuros en sus tramas como Charles Burns y Daniel Clowes y, también, al universo desquiciado de las películas de John Waters.

Todos los personajes de WK tienen un nombre que no es su nombre, algunos incluso ocultan una genuina identidad secreta. Quizás precisen todos atención psicoanalítica a causa de sus anómalas relaciones sociales, casi todos mantienen conversaciones mentales con fotografías (¡Kirk Cameron!) o novelistas fallecidas, mostrando así sus caracteres en parte retraídos en parte hastiados, personajes que vislumbran y anhelan ese mundo mejor que a todos se nos niega. Todos ellos conforman una colección de personajes que rozan el patetismo pero tratados de forma entrañable. Y, no lo neguemos, nosotros estamos en Wendolin Kramer, tal vez en algunos de nuestros peores momentos, pero estamos. Y a pesar de que contado así puede ofrecer un panorama lúgubre y pesimista, Laura Fernández lo resuelve con una distancia irónica a través del humor que, sobre todo, apela a nuestra empatía con el perdedor.

Después os pediré que volváis a este párrafo.

Todos estos aspectos serían suficientes para recomendar la novela.
Pero además en la novela subyace una trama metaficcional que implica al mundillo literario articulado en forma de novela negra. Porque Wendolin Kramer es también, o sobre todo, una novela negra. Una novela negra de superhéroes, o una novela sobre una superheroina detective. No tratemos de engañarnos y de sacralizar el tema como summum de la modernidad: La hibridación de géneros narrativos nace con el pulp. Y al pulp nunca le ha interesado la seriedad de sus propuestas. Pero al mismo tiempo, la libertad que el formato ofrecía a sus autores, siempre ha sido fuente de ácidas críticas sociales. Y Laura Fernández le rinde homenaje al género en toda su complejidad.
Así toda la acumulación de imposturas de la trama se articula en torno a la verdadera identidad de una escritora de éxito. A partir de ahí en las páginas de Wendolin Kramer se mezclan editores, autores, críticos, periodistas, libreros y lectores enfervorecidos, cada uno con las características propias de los personajes de comics, es decir alineados en un bando. Y es en ese reparto de papeles (los buenos y los malos y las subsiguientes subgradaciones: legal, neutral y loco) donde se adivina la acidez de la crítica de Laura Fernández.
Y ahora, en estas condiciones, cambiando superhéroes por escritores, os pido que volváis al párrafo anterior.
Pues eso: Derrochad sobre nosotros toda vuestra empatía con los perdedores.

8 comentarios:

lecturayescritura dijo...

Muy interesante el artículo; hace poco que visito el blog y la verdad es que se sacan buenas aportaciones de los post.

Quique dijo...

¡Qué maravilla de gente, los perdedores! ¡Bien por ellos! Y sí, se nota que conoces a la autora. Lo que te gustaría hacer con ella sólo se intuye. Aunque a lo mejor me equivoco. Saludos cordiales.

Portnoy dijo...

Completamente equivocado, Quique, completamente.
Gracias por los comentarios.

Quique dijo...

Era broma, hombre de Dios. Pero gracias por aclararlo.

Un anónimo dijo...

A ver si me aclaras por qué has suprimido un comentario no favorable con el libro, pero sí respetuoso contigo y con la autora...

Portnoy dijo...

No he suprimido ningún comentario, ni el de Quique que rozaba lo inconveniente.
Aquí estoy, dando explicaciones a un anónimo

Ablerwoo dijo...

Vale, lo siento... ya sabes, la paranoia que campa entre nosotros, los anónimos. Supongo que el comentario ha sido abducido por culpa de un teclazo fuera de lugar y tiempo. Agradezco tu respuesta.
Saludos.

Quique dijo...

¡Protesto!