10/11/09

El imaginario del Dr. Parnassus, de Terry Gilliam

Cuando la luna atrapa tu mirada como una gran pizza.
That's amore
Cuando el mundo parece brillar como si hubieses bebido demasiado vino.
That's amore
Cuando bailas en la calle con una nube en los pies
Estas enamorado
Cuando caminas en un sueño pero sabes que no estás soñando
That's amore

That's amore

Es de admirar la coherencia temática de toda la obra de Gilliam. También lo es su valentía para, a pesar de todos los obstáculos comerciales y la mala suerte que parece acompañar a todos sus proyectos, plantear narraciones que, sin ser excepcionalmente arriesgadas, se alejan de la norma común del cine comercial. La confrontación entre realidad y ficción, presentada esta última siempre como fantasía, es el motivo principal de su obra, y en El imaginario no podía ser de otra manera.
Está el espejo y el otro lado del espejo. Está el Bien y el Mal, Parnassus y Mr. Nick, el Amor y la Ambición, la Lealtad y la Traición.
Es así de sencillo.
Siempre es así de sencillo con Gilliam, porque de lo que se trata es de emplear el lenguaje cinematográfico para contar de forma personal la misma historia de siempre, para reinventar en imágenes los mitos y las fábulas.
Y eso ya no es tan sencillo.



Sería un error analizar las películas de Gilliam por sus partes: escenografía barroca y destartalada como una especie de kitsch decadente, mezcla de elementos narrativos extraídos de mitos y leyendas clásicos y convenientemente descontextualizados… Lo que importa es como el director es capaz de convertir esos lugares comunes en algo original junto a una impronta visual más que personal. En nuestro caso se mezclan elementos de la Alicia de Carroll, con el mito del Holandés Errante, y la eterna lucha entre el Bien y el Mal. Lo acertado es que el combate es despojado de todo elemento maniqueísta y convertido en una confrontación deportiva en su más antigua (y al parecer olvidada) acepción de lid caballerosa entre iguales y el espejo no encierra un mundo maravilloso sino el reverso tenebroso y mezquino de lo que realmente somos. Ahí está uno de los aciertos de la película, aunque su logro se deba a la imprevista muerte de Heath Ledger.

(No diré nada sobre él, pero sus dos últimas interpretaciones deberían ser recordadas… mucho más en El Imaginario, lejos del histrionismo que exigía el personaje de Joker… la manera en que maneja su evolución de simpático estafador a peligroso corruptor, refrendada por la presencia de Depp, Law y Farell, es más que interesante… dice Gilliam que se inspiró en Tony Blair para crear el personaje que interpreta Heath Ledger… y aquí llega mi duda, ¿merece la pena una reseña de El imaginario del Dr. Parnassus?... recuerda, estamos entre paréntesis, hace tiempo que ya terminó la nota… si la solución que propone Gilliam es pueril y requiere la intervención de fuerzas por encima de las humanas, una Justicia final de la que no se puede escapar, ¿merece la pena el esfuerzo de escribir esto?... a fin de cuentas no hay más que espectáculo y eso puede tener relativa importancia… That's Entertainment!, The Show Must Go On y todo eso)

Buscaremos otro enano.

Bells will ring ting-a-ling-a-ling, ting-a-ling-a-ling
And you'll sing "Vita bella"
Hearts will play tippy-tippy-tay, tippy-tippy-tay
Like a gay tarantella



La foto de Martin en el Sands extraída del magnífico blog If Charlie Parker Was a Gunslinger, There'd Be a Whole Lot of Dead Copycats

1 comentario:

Bertini, Dante dijo...

tendré que verla...me pasó de largo.