15/4/08

Tōkyō Kitanshū , algo así como Cuentos extraños de Tokio, de Haruki Murakami

Los cinco últimos relatos de Sauce ciego, mujer dormida, fueron publicados originalmente en Japón con el título de Tōkyō Kitanshū , algo así como Cuentos extraños de Tokio:

Como indica el título todos comparten el hecho de ser extraños, y en Japón salieron en un solo volumen (...) cada cuento puede leerse con independencia de los otros y no forman una unidad definida (...) Pensándolo bien, sin embargo, todo lo que escribo es, más o menos, extraño”.
Haruki Murakami de la introducción a Sauce ciego, mujer dormida, de Tusquets, (Traducción Lourdes Porta)

Los títulos de los relatos son Viajero por azar (Guzen no tabibito), Hanalei Bay (Hanarei bei), En cualquier lugar donde parezca que esto pueda hallarse (Dokodeare sorega mitsukarisona basho de), La piedra con forma de riñón que se desplaza día tras día (Hibi idosuro jinzo no katachi wo shita ishi) y El mono de Shinagawa (Shinagawarazu)

No podría resistirme a comentarlos, sobre todo cuando el primero, Viajero por azar, comienza así: “Yo –Murakami- soy el autor de estos relatos. Las historias están, en su mayor parte, escritas en tercera persona, pero el narrador debe, en primer lugar, presentarse a sí mismo
Brevemente nos explica cierta sutileza que aúna realidad y ficción, de modo que cuando relata oralmente a personas que conoce sucesos extraños que le han ocurrido “realmente”, un silencio condescendiente sigue a cada una de sus historias. La persona, Murakami, no puede librarse de el narrador. El hecho de ser escritor condiciona todo cuanto explica, que es recibido con suspicacia. No hay, todo hay que decirlo, intención de metaliteraturizar lo que le ocurre. Murakami parece diferenciar con total claridad lo “real” de lo “ficticio”

(aquí un silencio condescendiente con grandes dosis de suspicacia)

Viajero en el tiempo relata una historia real marcada por el azar. Más bien dos historias reales, la que le cuentan a Murakami dentro del relato debe ser real porque así lo ha manifestado quien se lo ha contado. Las historias dentro de historias son frecuentes en la narrativa de Murakami.
Sin embargo, el siguiente cuento, Hanalei Bay, no contiene historias insertadas, casi no es extraño y no sucede en Tokio. Pero hay otra característica esencial y recurrente de los textos del autor: El delicado ambiente de tristeza irremediable que, como reflejo de los sentimientos de su protagonista, impregna todo el relato. Como contrapunto a ello, como defensa, la protagonista esgrime una ironía demoledora. Tristeza, mordacidad y surf, Hanalei Bay parece una película de Takeshi Kitano.
Siguiendo con las sugerencias inducidas, el narrador de En cualquier lugar donde parezca que esto pueda hallarse me recordó a los de Vila-Matas. Es algo impreciso, tal vez la autosuficiencia que despliega para ocultar cierta debilidad, la asociabilidad o esa capacidad para captar lo que otros no pueden. En Vila-Matas los personajes viven en la literatura. El personaje de Murakami vive en otro lugar, en una realidad donde ciertas puertas se abren. No es una narración vilamatiana. Es una historia sobrenatural y fantasmagórica sin elementos fantásticos que se desarrolla en un descansillo de una escalera de un bloque de apartamentos. Es un relato extraño y sucede en Tokio y comparte con el anterior ese aire de tristeza.
También son extraños y suceden en Tokio La piedra con forma de riñón que se desplaza día tras día y El mono de Shinagawa. De nuevo relatos dentro de relatos, tristeza y elementos fantásticos interactuando con total normalidad con historias realistas. La cuestión es que Murakami a pesar de esa combinación consigue evitar el “realismo mágico”. Ni siquiera podríamos hablar de uno “a la japonesa”. Como comentábamos al principio, lo real y lo ficticio están bien distinguidos en su obra, se combinan sin llegar a formar ejercicios metaliterarios. Lo fantástico y lo realista hacen lo propio en los textos de Murakami, se combinan manteniendo en cada momento su lugar dentro de la narración de forma que finalmente no se puede saber a que género pertenece el texto leído.
Y sólo por eso, entre otras cosas, merece la pena leer a Murakami:

"Escribo cosas raras, muy raras -reconoce respecto a sus historias, que mezclan realidad y fantasía, y que los críticos Occidentales han calificado de posmodernas-. Pero soy una persona muy realista. No creo en nada New Age : el horóscopo, el tarot, los sueños. Solo hago ejercicio físico, como sano, escucho música y trabajo. Sin embargo, cuanto más serio me vuelvo en la vida real, más extrañas son las cosas que escribo. Por eso uno de mis escritores favoritos es Manuel Puig, con esa imaginación tan libre. Encuentro un punto en común muy fuerte entre su literatura y la mía"
Adn, Entrevista a Murakami

Cuando acabé de leer estos cinco Cuentos extraños de Tokio, le comenté a María que entre ellos se encontraba el relato perfecto. Repasándolos para comentarlos esa sensación había desaparecido. Es más, ni siquiera recuerdo cual de ellos me sumió en la plenitud lectora. Debe ser que leer es un acto pasional y comentar uno clínico o que debe dejarse uno llevar hacia la oscuridad de un relato de Murakami y salir de ella como quien sale de una larga estancia en el fondo de un pozo.


(Murakami se confiesa fan de Lost.... ¿no deberían dejarle escribir un episodio?)

3 comentarios:

Filisteum dijo...

Una pena esa diferenciación entre lo real y lo ficticio, me parece a mí.

Si el narrador de el Quijote se presentase diciendo que lo que cuenta sele ocurrió una tarde de cogorza en una taberna, y lo escribe en la cárcel a falta de mejor ocupación, no sería lo mismo.

Creoq ue el lector lee proque quiere que lo engañen, y se deja engañar, y el autor honrado, o en cierto modo honrado, ha de mantener la fasa.

Creo, vaya.

Portnoy dijo...

Yo más bien lo que quería destacar es que Murakami no juega metaliterariamente a la confusión realidad-ficción. Que lo que el dice que pertence al plano de la realidad efectivamente lo sea es otro cantar. Nosotros queremos ser engañados y el autor está obligado a engañarnos.
Gracias por tu comentario, Javier.
Un saludo

El Miope Muñoz dijo...

Yo le dejaba escribir una temporada entera. ¿Se imagina la de cosas que podría hacer Murakami con Locke? ¿O con Hugo? Sería la risa: de serie abramsiana de mcguffins de Michael Giacchino a anticlimática sucesión de misterios cada vez más cerca de Lynch.