30/12/07

Despedirse a la francesa, por Enrique Vila-Matas

Nada me parece tan plúmbeo como los domingos y como las despedidas de fin de año. Tienen la mala sombra de recordarnos el paso inexorable de los días a pesar de que el Tiempo no sabe que pasa el tiempo. En los domingos, por ejemplo, hasta respirar se convierte en un lamento. Y es que en los domingos uno siente que han dejado de existir las relaciones entre las personas y las actividades de cualquier tipo. En los domingos padecemos el tiempo y es como si todos contuviéramos el aliento y probáramos a ver cómo será el más allá. Los domingos son una enfermedad no visible, como un mal interior, una enfermedad moral. Los domingos son espantosos. Pero aún hay algo peor: las celebraciones de fin de año. Nos recuerdan, al igual que los domingos, que ha pasado una semana más, en este caso, un año. Nos recuerdan el paso del tiempo y, encima, tenemos que festejarlo. Este 2007 me deja una sensación de desagrado notable. En París, creo estar en un lugar apropiado para darle el portazo que se merece, dejarlo ahí sin un adiós, despedirlo a la francesa. O, mejor dicho, a la inglesa. Filer à l'anglaise. No se merece nada mejor este año.

ENRIQUE VILA-MATAS

Despedirse a la francesa

7 comentarios:

Danae dijo...

Totalmente de acuerdo: yo, por mi parte, acabo de quitarle el envoltorio a mi nueva moleskine'08 y voy a empezar a escribir en ella sin el menor remordimiento.

elena dijo...

Espero que con este artículo Enrique no se esté despidiendo a la francesa del Dietario Voluble! A menos que vaya a aparecer por otro lado, no debería dejar que los domingos empeoren.

Anónimo dijo...

Entonces no nos gusta despedirnos: nos gusta dejar el saludo. Pero, ¿sabes?, me gusta que pase el tiempo, que las cosas se vayan corrompiendo: que se acabe y se desgaste. Al fin y al cabo el Tiempo solo está en nuestra cabeza: y él mismo se gasta, se corrompe... así que no hago caso. Feliz año que pasa, y que pasará dejando que otros vengan.

abrazos,

Por la tangente dijo...

Yo de pequeña odiaba los domingos porque mi padre escuchaba el fútbol en la radio y me daban pena los anuncios de Soberano. Cuando alguien marcaba un gol... se oía un pitido y una voz que decía: Infoooooorma Finisterre. Y sí, pensaba que era el fin del mundo. Pero ahora leo los periódicos y voy de vermuts y hago tiempo para que se acaben. Mola!

Anónimo dijo...

El tiempo sólo está en nuestra cabeza, y sin embargo estamos siempre preocupados por él. Nadie sabe lo que es. Pero se le dedican homenajes constantemente. Fechas y más fechas con sus celebraciones infames, privadas y conjuntas. Y lo maldecimos unas veces, si vinieron hieles, y lo bendecimos otras, si surgieron flores.

Todo tan arbitrario como siempre. Lo más lamentable del asunto, es que parecemos confirmar que el ser humano sólo es feliz con el quehacer rutinario y programado. El no tener obligación de hacer, o poder hacer lo que te da la gana, el pobre hiperactivo ser humano lo convierte en no saber que hacer. Cua, cua, ¡qué mal asunto!.

Si el tiempo de ocio nos recuerda el insoportable paso del tiempo ¿por qué el maldito tiempo de actividad no lo hace?. ¿Activos no sufrimos el paso del tiempo?.

Al final será verdad. Sólo servimos para hacer algo. Aunque ese algo sea una mierda. Mejor perder el tiempo haciendo esa mierda, que no perderlo en no saber que hacer. Pobres almas esclavas, que no saben respirar en la exquisita inacción, y no saben gozarla, sino como un impasse, un tiempo de espera, para el suculento lunes de acción. ¡¡¡ Puajjjjj !!!

Tomás Rodríguez dijo...

Como Kafka, Vila-Matas no es cribe para recordar sino para hacer ver. He dejado un enlace de esta bitácora en mi blog, http://tropicodelamancha.blogspot.com

Portnoy dijo...

Pensaba aprovechar la ocasión para despedirme yo a la francesa... pero no es posible...
un saludo a todos y muchas gracias por vuestros comentarios.