Se mantiene en las dos el hilo argumental, es decir, lo que le acontece a David Balfour, el narrador en primera persona y la intriga supone conocer desde que posición social, desde que destino final, nos cuenta sus peripecias. Pero si en Secuestrado la aventura es fundamental, una aventura frenética, vital, que forja al protagonista a través del peligro y de la amistad, en Catriona Stevenson se decanta por la novela romántica, por el aprendizaje sentimental y social del protagonista. Sigue siendo una novela política, de forma que se continúa con la incursión de la ficción de David Balfour en la realidad histórica escocesa. Pero lo que en Secuestrado era un simple motivo que justificaba la aventura, en Catriona se convierte en un fondo narrativo que la voluntad del personaje no puede cambiar:
(...) el pobre James de Glens fue debidamente ahorcado en Lettermore (...) ¡Aquél fue el resultado de mis gestiones! Otros inocentes habían perecido antes, y probablemente continuarían pereciendo – a pesar de nuestra sabiduría- hasta el fin de los tiempos. Y hasta el fin de los tiempos , los jóvenes, que no conocen los dobleces de la vida de los hombres, lucharán como yo luché, y tomarán heroicas resoluciones, y se expondrán a graves peligros, y la corriente de los acontecimientos los irá dejando a un lado, y seguirá su curso como un ejercito en marcha. (...) Había sido ahorcado con fraude y violencia, y el mundo seguía dando vueltas, y no se notaba el cambio más insignificante. ¡Y los corruptos que habían tramado aquella horrenda intriga, eran honrados, buenos, respetables padres de familia que iban a la iglesia y comulgaban!
David Balfour despierta a la realidad. Imposibilitado para cambiar la historia decide cambiar su vida. La aventura de acción, a la que acompaña la denuncia por parte de Stevenson de las injusticias cometidas en las Highlands durante el reinado de Jorge II, es abandonada y sustituida por la aventura sentimental.
Pero no es sólo por ese motivo por el que Catriona es una obra inferior a Secuestrado. Hay algo en su ritmo interno, demasiado moroso en acontecimientos narrativos y falto de intriga, que hacen de Catriona una novela previsible. No es mala ni aburrida porque destaca sobre todo la grandeza literaria de Stevenson, una madurez narrativa que tiene su máximo exponente en los diálogos que pretenden subvertir las normas sociales de la época en que se enmarca la novela. Pero no es lo mismo que Secuestrado. Desde una perspectiva política podríamos decir que mientras el escritor de la primera parte es uno de esos “jóvenes que se expondrán a graves peligros” en Catriona es un escritor adocenado. Juventud contra madurez, rebeldía contra aburguesamiento.
Pero la razón fundamental que separa a las dos novelas, reunidas en un solo volumen, a la que hacía mención más arriba no es esa. La diferencia radical es la enfermedad de Stevenson.
Hay en Secuestrado pasajes febriles. Fragmentos en los que es posible detectar la enfermedad que consume al autor. La derrota física de David Balfour hacia el final de Secuestrado es un reflejo del estado de salud de Stevenson y el motivo por el que se prolongase durante siete años la reanudación de las aventuras obedece a un intento de curación de su enfermedad. El Stevenson agobiado por la enfermedad es el que nos proporciona los grandes momentos de la huida de David Balfour junto a Alan Breck. Pero es también ese agotamiento físico que le acerca en ocasiones al abismo de la muerte quien espolea su genio creativo y consigue legarnos sus dos grandes obras maestras, La isla del tesoro y El extraño caso del Dr. Jeckill y Mr. Hyde, esta última paradigma de la dualidad enfermedad-vida.
Catriona está escrita en un remanso de salud, en la contemplación de la vida como algo maravilloso, en el amor como fuente de toda felicidad.
Aquellos que nos preguntamos como hubiese sido 2666 totalmente concluida, o el cariz que hubiese tomado la obra de Bolaño en caso de haber podido eludir por un tiempo a la muerte, quizás no nos guste verlo como un remedo de Stevenson. No hay duda que la vida de cada escritor condiciona su obra. Leyendo Las aventuras de David Balfour, cuyas dos partes son tan disímiles entre sí, podemos hacernos una idea.
1 comentario:
Crear algo desde la nada sí que sería interesante. Quien escribe arrastra su experencia y no puede librarse de ella.
Creo que sabemos demasiadas cosas para ser inocentes y me parece que quienes quieren escribir tienen dos opciones o hacerse los ingenuos o desistir.
Un saludo Solo, gracias por el comentario.
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