-Espero que tenga una buena razón para despertarme a esta hora, Peter. Puede que no sea demasiado temprano para una persona corroída por los remordimientos, pero piense que hay personas que tenemos la conciencia tranquila y que precisamos un reparador sueño para... ¿pero qué le ocurre? Parece nervioso.
-No me llame Peter, Sirin, sabe que no lo soporto.
-Es eso, ¿es sólo eso?
-Tenga.
-Veamos, El inquilino, de Javier Cercas. Lo vi el otro día rondando por ahí... lo hojeé un rato... lo ojeé... lo leí de cabo a rabo... no me llevó demasiado tiempo... ¿le preocupa el relato?
-No sé como puede estar tan tranquilo... ¿lo ha leído en serio?
-Bueno, tendría que releerlo...
-Déjese de gazmoñerías. Le hablo en serio. Mire ya es demasiado grave que tenga que aceptar que usted me desprecie públicamente de la manera que lo hace y que utilice los temas de mis novelas para elaborar las suyas... y no me hable de deconstrucción, de paradojas literarias y esas zarandajas que suelen emplear los críticos para justificar los plagios... ahora lo que me faltaba es que llegase un neófito a calcar de alguna manera mi obra... un periodista, además, ¿me oye?... un periodista.
-Cálmese, Peter...
-No me llame Peter.
-Cálmese. Hay temas que son universales, ya lo sabe. No debería preocuparle que otras personas escribiesen sobre Doble o sobre El Otro. Además, como ya ha quedado demostrado después de que en algunas de mis novelas desarrollase el tema se puede superar su tono sensacionalista barato, chabacano y vulgar.
-Usted me insulta.
-¿En serio, Peter?
-No me llame Peter. Sabe como me llamo. Nacimos en la misma ciudad... debe ser eso lo que le duele, no poder ser considerado el escritor más grande de...
-Peter...
-...no me interrumpa. Es enfermiza toda esa obsesión por la supremacía de su intelecto. Su arrogancia aristócrata merecía todos los bolcheviques que la mente humana pudiese imaginar. Usted es insensible, no sabe lo que es el sufrimiento. No ha estado jamás ante el pelotón de fusilamiento...
-Ya empezamos... ¿qué viene después, Peter? ¿Su historia de la puta sensible que le redime? No me joda.
-Está usted enfermo, Sirin. Necesita un psicoanalista.
-¡Ja, ja, ja, ja, ja, ja! Usted me mata, Peter... resulta en ocasiones tan previsible. ¿Qué debo hacer? ¿me marcho a mi cuarto y reflexiono, y me revuelvo el pelo, y me pongo la bata púrpura y me quejo con los dientes apretados? ¿Quiere que sonría?
-Usted... usted...
-Y no se preocupe por Cercas... todos pueden escribir sobre dobles... nadie podrá superar la sublime y genial forma que tuve de enfocar el tema... jamás...
-¡Cállese! No entiende nada. Todos pueden escribir sobre dobles, sobre El Otro. Pero siempre lo hacen de la forma en que yo lo enfoqué por vez primera en mi novela, como una suplantación, una impostura que pretende reemplazarnos eliminándonos. Puede estar dentro o fuera de nosotros, pero siempre es nuestro enemigo.
-¿Ya ha terminado, amigo? Ande, vuélvase al subsuelo y deje que descanse. No hay para tanto. Nunca podrán superarnos... vaya... eso no he debido decirlo yo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario