14/6/05

Miyazaki 2

Hay temas que desde un principio no se dejan escribir. Es lo que me ocurre cada vez que intento hablar sobre la obra de Hayao Miyazaki. Presiento que finalmente llenaré el mensaje con muchas imágenes y poco texto.



Como podéis comprobar en el enlace, Miyazaki es autor de un buen número de series televisivas y de increíbles largometrajes de animación. Es imposible destacar una película sobre las otras ya que todas suponen elaborados trabajos tanto argumentalmente, con guiones propios de Miyazaki (excepto en su último trabajo), como en lo que se refiere a escenario y ambientación. Si algo habría que destacar es la libertad en la que este creador a desarrollado su trabajo desde los años 80 (veremos de que manera la colaboración con la compañía Disney y el hecho de ser una adaptación de una novela, afecta a su último trabajo, Howl's Moving Castle)





El fragmento de Swift de Los viajes de Gulliver sobre la isla flotante de Laputa le sirvió en 1986 de punto de partida para crear su historia Tenkû no shiro Rapyuta, estrenada en España con distintos títulos y conocida popularmente como El castillo de Laputa. Una fortaleza flotante abandonada desde hace 700 años es ambicionada por un ejercito despiadado. El secreto de la fortaleza oculta en las nubes es solo conocido por una niña que es transportada en un inmenso dirigible cuando éste es asaltado por unos piratas aéreos.





Esto ya nos da una idea de ciertas características de las obras de Miyazaki que se repiten en varias historias: Un enfrentamiento entre bandos cuyas intenciones son tan ambiguas que es imposible clasificarlos maniqueísticamente; la oposición entre una brutal industrialización, una poderosa maquinaria bélica y la fuerza imparable de la naturaleza (Laputa, Mononoke); la desoladora soledad de sus protagonistas infantiles y la forma en que Miyazaki consigue que la historia no sea en absoluto infantil, incluso en el caso más evidente en el conjunto de sus obras, Mi vecino Totoro, Miyazaki logra estar un paso por delante de la sensiblería habitual; las máquinas, los artefactos voladores; la forma de acercarse a los grandes del cine de aventuras, sobre todo Howard Hawks de quien Porco Rosso es un claro homenaje, y de John Ford, sobre todo en lo que respecta a los personajes secundarios y a su relación con la historia; los grandes espacios abiertos, los paisajes, el cielo, las nubes, las hojas de los árboles agitadas por el viento una a una, los silencios perfectamente medidos; los movimientos de cámara, dignos del más grande maestro del cine. La imagen en movimiento.

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