15/5/06

Zuckerman desencadenado, de Philip Roth

Si hay una característica que podría definir el estilo literario de Philip Roth sería la inmersión de lo literario en la realidad. Esa confusión ha sido alimentada y hábilmente explotada por Roth, hasta el punto que el personaje Nathan Zuckerman es tenido por un alter-ego del escritor y separar lo creativo de la realidad un trabajo de locos... y completamente inútil, si se me permite: Nathan Zuckerman es más “real” literariamente que Philip Roth de cuya vida, que puede estar más o menos reflejada en sus novelas, poco o nada nos interesa como lectores. Algún hecho concreto de su vida puede dar pie a una novela, sin que sea válido suponer que lo que se narra es real, que pertenece al campo de los hechos.
Aceptamos esa diferenciación, aunque en el caso de Roth, incluso cuando él es narrador protagonista de sus novelas, cuesta trabajo separar las dos facetas de la experiencia del escritor, la vivida y la escrita. Recordemos, por ejemplo, que Patrimonio, Una historia verdadera, pertenece oficialmente al campo de las obras de ficción.
Nathan Zuckerman es el personaje más famoso de los empleados por Roth y es curiosa su evolución desde La visita al maestro hasta La mancha humana (sin contar con que en principio es un personaje creado por Peter Tarponol, otro alter-ego de Roth). Pasa de ser el foco narrativo a convertirse en una especie de filtro a través del cual terceras personas exponen el verdadero centro focal de la narración. Zuckerman pasa de ser objeto de la narración a catalizador de la misma, la persona escogida por otras personas para ser narrador de sus historias, pero nunca sucede que Zuckerman sea el verdadero narrador el cual suele ser omnisciente en lo que se refiere a su instrumento, Nathan Zuckerman. Con este artificio Roth convierte la realidad en materia literaria y “mitifica” su vida.

Pero en las primeras novelas protagonizadas por su alter-ego lo que le ocurre a Nathan es la base de la narración. Y el tema en Zuckerman desencadenado (1981) es el éxito literario y al mismo tiempo, irónica y paradójicamente, Roth quiere marcar las distancias que precisan autores y sus creaciones, creando una situación análoga a la que el sufrió después del éxito de El lamento de Portnoy publicado en 1969. En el caso de Zuckerman, novela y personaje reciben el nombre de Carnovsky y los esfuerzos que realiza el autor por librarse de la influencia del personaje, que afectan a su vida social, el reflejo de la realidad de Roth atormentado por Portnoy.

Como dice Fresán:
De ahí que no sea arriesgado afirmar que Roth se encuentra a sí mismo recién cuando encuentra a Zuckerman. Y que estas primeras entregas funcionan como una educación sentimental y cerebral no sólo de un personaje sino, también, de la persona que mueve sus hilos a menudo confundiendo vida y obra en pos de lo que el mismo Roth definió como “la creación de espejos del yo”.

El otro y el uno

Carnovsky, como Portnoy, es un joven que se rebela contra la familia y contra esa difusa pertenencia a una clase que excede lo estrictamente religioso, ser judío estadounidense, para constituirse per se en una forma de vida diferenciada. Contra la imposición y la arbitrariedad de esta clasificación vuelca Carnovsky toda su furia airada empleando como instrumento la práctica desenfrenada del sexo.

(Luego me preguntáis cómo puedo explicar el argumento de una novela que no existe)

Gracias a Carnovsky Zuckerman alcanza el éxito, la fama y la solvencia económica.
Entonces empieza la pesadilla.
Las personas que rodean a Zuckerman empiezan a volverse en su contra, se le recrimina haber escrito una novela que ataca de forma traidora a su gente, a su clase, a su familia. Todos están dispuestos a enmendar a Zuckerman, confundiendo el comportamiento de su personaje con el del autor. Entre ellos destaca Alvin Pepler, un estrafalario personaje a su vez trasunto de un personaje real, Herbie Stempel, tristemente famoso por los tejemanejes de una emisora de televisión en los años cincuenta que amañaba los concursos televisivos, caso que se hizo célebre después del estreno de Quiz Show

Alvin crea su propio personaje ante Zuckerman y el escritor cree en ese personaje cuando precisamente el trata de alejarse de la influencia del que creó él. El histriónico, neurótico y con una memoria prodigiosa Alvin es el perfecto contrapunto cómico a un agobiado y deprimido Zuckerman. Con ellos Roth desdramatiza la realidad dando, si se quiere ver así, un paso más en el abismo metaliterario con el (falso) personaje de Alvin Peper, pero al mismo tiempo le da a todo el conjunto un aire de pantomima tragicómica que a buen seguro inspiró a Woody Allen, hermano de Philip Roth según nos contaba hace tiempo Mauricio

En fin, un personaje con una entrada en la Wikipedia:

Nathan Zuckerman

4 comentarios:

El Miope Muñoz dijo...

Esta la tengo pendiente (tengo tanto pendiente del gran y maestro Roth)pero el aseguro una cosa: Roth que ha afirmado siempre su "simpatía " por Allen (que si es un judío sentimental y tal y cual) puede verse reflejado (o eso me parece) en DESMONTANDO A HARRY.

Menudo piropo en forma de Fresa Salvaje bergmaniana le regaló Allen y encima para mi (hasta MATCH POINT) su última gran película.

G. G. V. dijo...

El Nathan Zuckerman de este libro es "diferente", está en un estado más puro, que el que narra, por ejemplo, la llamada 'trilogía de la hipocresía moral' ('Pastoral americana', 'Me casé con un comunista' y 'La mancha humana'). No deja de ser igual de trágico en el fondo, pero sí es cierto que lo encuentras más divertido que en las novelas maestras de Philip Roth. Las carcajadas son más con 'Zuckerman desencadenado'. La prosa ya es asombrosa, por decirlo con una palabra.
Así, que --por h o por b--, se disfruta de su lectura. Ciegamente recomendable... Todo sea por animar a que se lea.
Recuerdos y un saludo.

Portnoy dijo...

Debería volver a ver Desmontando a Harry desde la perspectiva Roth.
Lo cierto, Alvy, Guillermo es que el Roth de los inicios en más mordaz, más irónico, más divertido.
Pero el Roth maduro, más comprometido y crítico, nos ha brindado grandes momentos literarios.
Un saludo y gracias por vuestros comentarios.

Anónimo dijo...

Caray que no es fácil leer esta novela. Cierto es destornillante por momentos, el argumento (las peripecias) se comprenden fácilmente. Pero como hechos aislado del universo narrativo de la novela. Y aquí viene la ayuda inestimable de tu articulo para comprender quien es quien y todo lo ligado a la presencia narratorial. Quien es Canovsky quien es Zuckerman lo comprendí gracias a tu blog, en un momento en que estaba deseando abandonar.Me había sucedido algo similar con Dinero de Martin Amis.
Muchas gracias.