22/12/04

Los dos lados de la cámara (II)

¿Nos conocemos mejor a nosotros mismos que antes de que existiera el cine? Nadie, evidentemente, a menos que ostente una extrema arrogancia, puede responder a eso. Cada uno de nosotros nos conocemos de una manera diferente. Después de cien años de imágenes y sonidos, nuestra apariencia ya no es la misma, resulta mucho más difícil ver a su través. La existencia del cine es evidente tanto en nuestro interior como en nuestro exterior, al igual que sucede con el aire que respiramos. Nos ha penetrado, no se ha privado de explorar ningún territorio. Más allá de las preocupaciones cotidianas, algunos cineastas se han dedicado a buscar, no ya una manera, sino una razón para vivir. Reunir la historia gráfica y la interrogación profunda: ésa fue la eterna preocupación de los maestros japoneses. Quizá estuvieran menos paralizados que nosotros por siglos de sistemas metafísicos cuyo polvo aún pisamos día a día. En cualquier caso, sin ningún género de dudas, han conseguido que el cine, atracción de feria, ingrese allí donde menos se esperaba: en el dominio del pensamiento y la filosofía. Y los japoneses no han sido los únicos. Bergman y Fellini se pueden también contar entre los filósofos de nuestro siglo. Nos muestran su época, que es igualmente la nuestra, a través de un espejo móvil, cuidadosamente pulido, que siempre acaba reservándonos alguna que otra sorpresa sobre nosotros mismos.

Cómo nos ha cambiado el cine; Jean-Claude Carrière, del libro La película que no se ve, 1997.

4 comentarios:

Portnoy dijo...

Lo que pretendía destacar es que, a partir del siglo XX, el cine introduce una nueva forma de percibir la realidad, distinta, y tal vez muy alejada, y seguramente más trivial, de lo que hasta entonces era habitual. Hemos sustituido a los pensadores por titiriteros.

Anónimo dijo...

Ya lo dijo el poeta:

"Los Señores nos apaciguan con imágenes. Nos dan libros, conciertos, dalerías, espectáculos, cines. Especialmente cines.

A través del arte nos confunden y nos ciegan para nuestra esclavitud. El arte adorna las paredes de nuestra prisión, nos mantiene en silenco, nos distrae".

Portnoy dijo...

Volví. Bien sabes, Rob, que no es a eso a lo que me refiero. Bertrand Russell puede pasarse años hablando sobre la inferencia de la realidad, de la imposibilidad física de constatar su existencia. Y no pasa nada (y ya sabes a que planos me refiero) Aparece Matrix, un refrito religioso russelliano con efectos especiales para que todo el mundo empiece a considerar la posibilidad de la ficción de la realidad. Eso es trivializar, esos son los titiriteros que dominan, con su opinión, con su visión simple, el mundo.

Anónimo dijo...

thnak you